Su nombre apareció en la prensa [EL DEBER, febrero 4 de 1972]. Fue probablemente la primera vez. La noticia era por demás alentadora. Quien hubiera imaginado que a ésta aparición en un periódico le seguirían cientos en diarios nacionales y de otros países.
Han pasado cuatro décadas y la habitación está repleta de recortes de prensa, cartas, avisos pagados, publicaciones, memoriales, sentencias, informes, telegramas, expedientes y unas pocas fotografías. Son casi dos metros lineales de papeles. Su estatura era de apenas 1,68 metros. Su presencia ha acabado siendo más larga e interminable que sus 22 años.
Textos escritos por él hay muy pocos. Algunas cartas manuscritas. Un par tipeadas a máquina. Un papel de cigarrillo cargado de letras… y un artículo sobre Julio Cortázar publicado en la revista de la Federación Universitaria Local de 1969 que lleva el título «Cortazar al Día en 80 Mundos«:
Es aquí donde radica el nudo de la dificultad del lector; un lector, un público, un continente: Latinoamérica, que no quiere ver el peligro absoluto de un hombre libre, de un suicida que está arriesgándolo todo en el “juego”, sus raíces, su lengua, su propia identidad, un hombre, un escritor que dice: “Somos como yo quiero verlos, no como ustedes quieren ser vistos”… La denuncia de esa negación, de esa dualidad que es el propio continente latinoamericano está constantemente presente en “Rayuela” que no puede ser entendida sino al nivel de lo fantástico… El hombre latinoamericano no vive concretamente su tiempo, sino más bien una enajenación del pasado o del futuro…
José Carlos Trujillo Oroza
¿Qué tiempo vive José Carlos…? ¿Un pasado sin punto final…? ¿Una prolongación del destino…? ¿Un futuro que sobrevivió al presente…? ¿Un tiempo que se recrea en la memoria…? ¿Un presente no enajenado…?
¿Qué hay de mágico en esta vida que no se agota?
La vida siempre se inicia con un grito, con un llanto… La segunda vida del “Jó” se inició con una noticia, con esa noticia: Tres detenidos políticos… recuperaron su libertad.