Vox, 5 de abril de 2018
Hay una nueva carretera en Pakistán, y una nueva terminal ferroviaria en Kazajstán. Un nuevo puerto fue inaugurado en Sri Lanka, al igual que un nuevo puente en el área rural de Laos. Lo que es interesante es que todas estas obras forman parte del proyecto de un solo país, que abarca tres continentes y alcanza al 60% de la población mundial. Si se conectan los puntos, no es difícil darse cuenta de que país se trata: Esta es la iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda de China. El proyecto de infraestructura más ambicioso de la historia moderna, diseñado para redirigir el comercio global y mediante el cual China busca posicionarse como la siguiente superpotencia global.
Es el año 2013, y el presidente chino Xi Jinping está dando un discurso en Kazajstán, en el que mención la antigua Ruta de la Seda: un entramado de rutas comercial que sirvió para propagar bienes, ideas y cultura a través de Europa, el Medio Oriente y China, hacia el año 200 a.C. En este discurso Jinping dijo: “deberíamos asumir un enfoque innovador y, de manera conjunta, construir un cinturón económico a lo largo de lo que fue la ruta de la seda”. Un mes más tarde, en Indonesia, Xi espetó: “Ambos países debemos trabajar juntos una ‘ruta marítima de la seda’ del siglo XXI”. Estas dos frases fueron las primeras menciones del proyecto legado de Xi, el proyecto multimillonario de la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda (BRI por sus siglas en inglés). Y, también se refieren a los dos componentes de este plan:
Por un lado, el proyecto consiste en un cinturón económico por tierra, que consiste en seis corredores, que sirven como las nuevas vías para desplazar bienes hacia adentro y fuera de China. Como una ferrovía que conecta Londres con Yiwu; o una red de tuberías de gas que van desde el mar Caspio hacia China; o una red de trenes de alta velocidad en el sudeste de Asia. Por otra parte, se halla la ruta marítima de la seda: una cadena de puertos que se extiende desde el Mar del Sur de China hasta África, que también sirve para dirigir el comercio hacia y fuera de China. Esta iniciativa también incluye refinerías de petróleo, parques industriales, plantas de energía, minas y redes de fibra óptica, todas diseñadas para favorecer el comercio global con China.
Hasta el presente, más de 60 países habrían firmado acuerdos con China para la consecución de estos proyectos. Y, la lista se ensancha porque China promueve esta iniciativa como una estrategia ‘ganar-ganar’ para todos. Tomemos, por ejemplo, el proyecto emblemático: Pakistán. Como muchos países del centro y sudeste de Asia, Pakistán tiene una economía estancada, y problemas de corrupción. No era un lugar considerado viable para inversiones extranjeras, sino hasta que China incursiona. En 2001, China ofreció la construcción de un nuevo puerto en la pequeña localidad pesquera de Gwadar. Para 2018, tanto el puerto, así como una red de ferrovías y carreteras, pasaron a conformar un Corredor con un valor de 62 mil millones de dólares, como parte de la BRI.
Es a través de este corredor que el cinturón económico se conecta con la ruta marítima. Y, aparentemente, benefició a ambos países. Pakistán experimentó el mayor crecimiento de su PIB en 8 años, y forjó una relación estrecha con una gran potencia mundial. China, por su parte, logró asegurar una ruta alternativa para la importación de bienes, sobre todo petróleo y gas del Medio Oriente. A través de proyectos como este también vio la manera de empujar su economía interna. Las empresas constructoras mineras, que tenían cada vez menos oportunidades de realizar obras al interior de China, experimentaron un impulso significativo a partir de contratos vinculados con la BRI. 7 de las 10 principales compañías constructoras del mundo son chinas.
Lo que inclina la balanza aún más a favor de China es que, en la negociación para le financiamiento de estos proyectos, requiere que exista una participación de firmas chinas en su ejecución. En Pakistán, por ejemplo, han sido trabajadores chinos los que han construido directamente carreteras, al igual que la participación de trabajadores chinos en la construcción de una ferrovía en Serbia. La participación directa de China es uno de los pocos requerimientos que hace este país, y esto es lo que diferencia estos acuerdos de otros países. Normalmente, para conseguir financiamientos de Occidente, los países deben cumplir estándares éticos estrictos. Pero China ha ofrecido miles de millones de dólares -sobre todo en créditos- con muchas menos condiciones. Por ello, no debe sorprender que la BRI haya tenido tanto éxito en los países menos democráticos de la región. China ha firmado acuerdos con gobiernos autoritarios, regímenes militares y algunos de los países más corruptos del mundo. Incluso se ha afiliado con países como Afganistán, Ucrania, Yemén e Irak, todos actualmente afectados por conflictos.
Debido a esta predisposición de China de prestar dinero a países ‘no confiables’, muchos expertos consideran a la BRI como un plan riesgoso. Eventualmente, estos países van a tener que pagar su deuda con China, pero la corrupción y el conflicto hacen que estos pagos sean improbables. UN reporte reciente muestra que muchos de los países endeudados con China se hallan en situaciones de vulnerabilidad, incluyendo 8 que presentan un alto de riesgo de insolvencia. Entonces ¿Por qué China continúa prestando? Porque la BRI es un proyecto que vas mas allá de lo económico.
En Sri Lanka, China prestó alrededor de 1,5 mil millones de dólares para un nuevo puerto de aguas profundas, que es una de las paradas clave de la ruta marítima de la seda. Para el año 2017, era claro que Sri Lanka no iba a poder pagar la deuda, en vez de esto, decidieron cederle a China el control sobre el puerto, como parte de un arrendamiento de 99 años. China también controla el puerto estratégico de Pakistán (Gwadar), donde tiene un contrato de arrendamiento de 40 años. En el presente está buscando un acuerdo similar en Birmania, y recientemente abrió una base naval china en Yibuti. Todo esto apunto a lo que se ha denominado la “teoría del collar de perlas”, que sugiere que China está intentando establecer un collar naval en el Océano Índico, que le permitirá encallar buques y patrullar las rutas comerciales que atraviesan la región.
Entonces, si bien China puede no estar recuperando sus financiamientos, sí está alcanzando otros objetivos estratégicos mayores. La creciente influencia de China pone en cuestión el estatus de mundial de Estados Unidos, que ha sido la principal superpotencia global en las ultimas décadas. Pero, en la actualidad, existe una tendencia al aislamiento en Estados Unidos, que ha conllevado a menos inversiones y, por lo tanto, a una pérdida de influencia. La BRI se presenta como una oportunidad para China de convertirse en un líder mundial. A partir de promover relaciones comerciales y tomar control del comercio mundial, China se ha encaminado óptimamente.
Comentario del Observatorio de Inversiones Latinoamericanas
Juan Pablo Neri Pereyra
El análisis elaborado por el portal Vox ofrece información de suma importancia para comprender la iniciativa del Cinturón Económico y Ruta de la Seda. En efecto, este proyecto amenaza con reconfigurar el orden mundial, sobre todo en detrimento de las grandes potencias tradicionales de occidente, pero también en detrimento de todos los países pequeños para los cuales se plantea un nuevo escenario de dependencia del siglo XXI. Si bien expuesto por Vox coincide con el análisis que realizamos, sobre la expansión de China en Latinoamérica, existen algunos elementos de su relato con los que tenemos que disentir, o por lo menos expresar una mirada crítica:
- El material de Vox ofrece una perspectiva centrada en las preocupaciones liberales estadounidenses, sobre la reconfiguración del orden global, como una amenaza para Occidente. En contrapartida, nuestro enfoque tiene que ver con analizar la expansión de China, desde la perspectiva de regiones no hegemónicas, como es el caso de Latinoamérica, como una continuidad de las dinámicas históricas del sistema mundo capitalista.
- Esta diferencia de enfoque que planteamos se hace más evidente en la referencia de Vox a la tendencia de China a establecer relaciones y firmar acuerdos de financiamiento con países corruptos, autoritarios o afectados por el conflicto. Si el análisis de estas dinámicas es únicamente sincrónico, lógicamente la peligrosidad sugerida por Vox tiene sentido. Pero el análisis debe comprender también una perspectiva histórica. El poderío global de Estado Unidos fue construido a partir, no sólo de firmar acuerdos con regímenes autoritarios y corruptos, sino también y sobre todo a partir de promover la toma de poder de este tipo de regímenes, como fue el caso de Latinoamérica en las décadas de los 60 y 70.
- En lo que se refiere a la manera de prestar de China, en contraste con los acreedores de Occidente, se puede señalar lo mismo. En el análisis que realizamos sobre la deuda externa de Bolivia con China, demostramos que lo que le devolvió la credibilidad crediticia a los países latinoamericanos, a finales del siglo XX y principios del siglo XXI, fue ceñirse a las políticas de ajuste estructural neoliberal promovidas por el Consenso de Washington que, entre otras cosas, conllevó a la profundización del modelo primario exportador y de economías maquiladoras. Situación que fue aprovechada por China en el ultimo decenio.
Estas observaciones no pretenden reivindicar a China, como periferia emergente, ni sugerir que su expansión es más benevolente que la de las potencias tradicionales. Lo que nos interesa criticar es la aparente vindicación -entre líneas- del orden mundial occidental, que nos sugiere el trabajo de Vox. El peligro de esta lectura puede ser, a partir de apuntalar el peligro de la expansión de China, promover el reemplazamiento de la hegemonía estadounidense. La expansión de China, por ejemplo, a partir de la Iniciativa del Cinturón Hegemónico y Ruta de la Seda, demuestra una continuidad en las dinámicas desiguales que caracterizan el sistema mundo capitalista.
No es “el otro” chino que amenaza al equilibrio mundial, sino la naturaleza misma del sistema mundo capitalista que plantea estas dinámicas como la única alternativa, para lograr competir en un mundo cimentado en la desigualdad. Y, los países con poblaciones y economías pequeñas y especializadas son siempre los principales afectados, pues se encuentran en una situación tramposa, que los constriñe a permanecer en el lugar que ocupan, mientras las grandes potencias compiten por la hegemonía.
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Vox, 5 de abril de 2018
Hay una nueva carretera en Pakistán, y una nueva terminal ferroviaria en Kazajstán. Un nuevo puerto fue inaugurado en Sri Lanka, al igual que un nuevo puente en el área rural de Laos. Lo que es interesante es que todas estas obras forman parte del proyecto de un solo país, que abarca tres continentes y alcanza al 60% de la población mundial. Si se conectan los puntos, no es difícil darse cuenta de que país se trata: Esta es la iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda de China. El proyecto de infraestructura más ambicioso de la historia moderna, diseñado para redirigir el comercio global y mediante el cual China busca posicionarse como la siguiente superpotencia global.
Es el año 2013, y el presidente chino Xi Jinping está dando un discurso en Kazajstán, en el que mención la antigua Ruta de la Seda: un entramado de rutas comercial que sirvió para propagar bienes, ideas y cultura a través de Europa, el Medio Oriente y China, hacia el año 200 a.C. En este discurso Jinping dijo: “deberíamos asumir un enfoque innovador y, de manera conjunta, construir un cinturón económico a lo largo de lo que fue la ruta de la seda”. Un mes más tarde, en Indonesia, Xi espetó: “Ambos países debemos trabajar juntos una ‘ruta marítima de la seda’ del siglo XXI”. Estas dos frases fueron las primeras menciones del proyecto legado de Xi, el proyecto multimillonario de la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda (BRI por sus siglas en inglés). Y, también se refieren a los dos componentes de este plan:
Por un lado, el proyecto consiste en un cinturón económico por tierra, que consiste en seis corredores, que sirven como las nuevas vías para desplazar bienes hacia adentro y fuera de China. Como una ferrovía que conecta Londres con Yiwu; o una red de tuberías de gas que van desde el mar Caspio hacia China; o una red de trenes de alta velocidad en el sudeste de Asia. Por otra parte, se halla la ruta marítima de la seda: una cadena de puertos que se extiende desde el Mar del Sur de China hasta África, que también sirve para dirigir el comercio hacia y fuera de China. Esta iniciativa también incluye refinerías de petróleo, parques industriales, plantas de energía, minas y redes de fibra óptica, todas diseñadas para favorecer el comercio global con China.
Hasta el presente, más de 60 países habrían firmado acuerdos con China para la consecución de estos proyectos. Y, la lista se ensancha porque China promueve esta iniciativa como una estrategia ‘ganar-ganar’ para todos. Tomemos, por ejemplo, el proyecto emblemático: Pakistán. Como muchos países del centro y sudeste de Asia, Pakistán tiene una economía estancada, y problemas de corrupción. No era un lugar considerado viable para inversiones extranjeras, sino hasta que China incursiona. En 2001, China ofreció la construcción de un nuevo puerto en la pequeña localidad pesquera de Gwadar. Para 2018, tanto el puerto, así como una red de ferrovías y carreteras, pasaron a conformar un Corredor con un valor de 62 mil millones de dólares, como parte de la BRI.
Es a través de este corredor que el cinturón económico se conecta con la ruta marítima. Y, aparentemente, benefició a ambos países. Pakistán experimentó el mayor crecimiento de su PIB en 8 años, y forjó una relación estrecha con una gran potencia mundial. China, por su parte, logró asegurar una ruta alternativa para la importación de bienes, sobre todo petróleo y gas del Medio Oriente. A través de proyectos como este también vio la manera de empujar su economía interna. Las empresas constructoras mineras, que tenían cada vez menos oportunidades de realizar obras al interior de China, experimentaron un impulso significativo a partir de contratos vinculados con la BRI. 7 de las 10 principales compañías constructoras del mundo son chinas.
Lo que inclina la balanza aún más a favor de China es que, en la negociación para le financiamiento de estos proyectos, requiere que exista una participación de firmas chinas en su ejecución. En Pakistán, por ejemplo, han sido trabajadores chinos los que han construido directamente carreteras, al igual que la participación de trabajadores chinos en la construcción de una ferrovía en Serbia. La participación directa de China es uno de los pocos requerimientos que hace este país, y esto es lo que diferencia estos acuerdos de otros países. Normalmente, para conseguir financiamientos de Occidente, los países deben cumplir estándares éticos estrictos. Pero China ha ofrecido miles de millones de dólares -sobre todo en créditos- con muchas menos condiciones. Por ello, no debe sorprender que la BRI haya tenido tanto éxito en los países menos democráticos de la región. China ha firmado acuerdos con gobiernos autoritarios, regímenes militares y algunos de los países más corruptos del mundo. Incluso se ha afiliado con países como Afganistán, Ucrania, Yemén e Irak, todos actualmente afectados por conflictos.
Debido a esta predisposición de China de prestar dinero a países ‘no confiables’, muchos expertos consideran a la BRI como un plan riesgoso. Eventualmente, estos países van a tener que pagar su deuda con China, pero la corrupción y el conflicto hacen que estos pagos sean improbables. UN reporte reciente muestra que muchos de los países endeudados con China se hallan en situaciones de vulnerabilidad, incluyendo 8 que presentan un alto de riesgo de insolvencia. Entonces ¿Por qué China continúa prestando? Porque la BRI es un proyecto que vas mas allá de lo económico.
En Sri Lanka, China prestó alrededor de 1,5 mil millones de dólares para un nuevo puerto de aguas profundas, que es una de las paradas clave de la ruta marítima de la seda. Para el año 2017, era claro que Sri Lanka no iba a poder pagar la deuda, en vez de esto, decidieron cederle a China el control sobre el puerto, como parte de un arrendamiento de 99 años. China también controla el puerto estratégico de Pakistán (Gwadar), donde tiene un contrato de arrendamiento de 40 años. En el presente está buscando un acuerdo similar en Birmania, y recientemente abrió una base naval china en Yibuti. Todo esto apunto a lo que se ha denominado la “teoría del collar de perlas”, que sugiere que China está intentando establecer un collar naval en el Océano Índico, que le permitirá encallar buques y patrullar las rutas comerciales que atraviesan la región.
Entonces, si bien China puede no estar recuperando sus financiamientos, sí está alcanzando otros objetivos estratégicos mayores. La creciente influencia de China pone en cuestión el estatus de mundial de Estados Unidos, que ha sido la principal superpotencia global en las ultimas décadas. Pero, en la actualidad, existe una tendencia al aislamiento en Estados Unidos, que ha conllevado a menos inversiones y, por lo tanto, a una pérdida de influencia. La BRI se presenta como una oportunidad para China de convertirse en un líder mundial. A partir de promover relaciones comerciales y tomar control del comercio mundial, China se ha encaminado óptimamente.
Comentario del Observatorio de Inversiones Latinoamericanas
Juan Pablo Neri Pereyra
El análisis elaborado por el portal Vox ofrece información de suma importancia para comprender la iniciativa del Cinturón Económico y Ruta de la Seda. En efecto, este proyecto amenaza con reconfigurar el orden mundial, sobre todo en detrimento de las grandes potencias tradicionales de occidente, pero también en detrimento de todos los países pequeños para los cuales se plantea un nuevo escenario de dependencia del siglo XXI. Si bien expuesto por Vox coincide con el análisis que realizamos, sobre la expansión de China en Latinoamérica, existen algunos elementos de su relato con los que tenemos que disentir, o por lo menos expresar una mirada crítica:
Estas observaciones no pretenden reivindicar a China, como periferia emergente, ni sugerir que su expansión es más benevolente que la de las potencias tradicionales. Lo que nos interesa criticar es la aparente vindicación -entre líneas- del orden mundial occidental, que nos sugiere el trabajo de Vox. El peligro de esta lectura puede ser, a partir de apuntalar el peligro de la expansión de China, promover el reemplazamiento de la hegemonía estadounidense. La expansión de China, por ejemplo, a partir de la Iniciativa del Cinturón Hegemónico y Ruta de la Seda, demuestra una continuidad en las dinámicas desiguales que caracterizan el sistema mundo capitalista.
No es “el otro” chino que amenaza al equilibrio mundial, sino la naturaleza misma del sistema mundo capitalista que plantea estas dinámicas como la única alternativa, para lograr competir en un mundo cimentado en la desigualdad. Y, los países con poblaciones y economías pequeñas y especializadas son siempre los principales afectados, pues se encuentran en una situación tramposa, que los constriñe a permanecer en el lugar que ocupan, mientras las grandes potencias compiten por la hegemonía.
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