Energía Energías alternativas

¿Qué es la transición energética?

La transición energética, según el concepto dominante en la actualidad, es la transformación del sistema energético a base de combustibles fósiles a uno basado en fuentes renovables que generen menos gases de efecto invernadero. Normalmente cuando se habla de transición energética se piensa en pasar del carbón, el petróleo y el gas a energía eólica, fotovoltaica y pequeñas hidroeléctricas de bajo impacto ambiental.

Esta visión es cuestionada porque reduce la amplitud y complejidad de la transición energética a una cuestión técnico-tecnológica-económica que se enfoca en el cambio de las fuentes de generación energética.

El sistema energético es más que los combustibles que utiliza, incluye las políticas públicas, la propiedad y las estrategias públicas y empresariales, la diversificación productiva, las demandas sectoriales, los oligopolios, la relación entre energía y distribución de la riqueza, la relación entre energía y matriz productiva, las relaciones asociadas a las tecnologías, las relaciones y conflictos entre los diferentes sectores, las alianzas geopolíticas, y la participación ciudadana en los procesos de generación de políticas públicas, entre otros (Bertinat, Chemes y Arelovich, 2014).

Existen diferentes proyectos e intereses detrás de la llamada transición energética. Para las corporaciones empresariales la transición energética es una oportunidad de promover un nuevo ciclo de acumulación, riqueza y posicionamiento geopolítico. En el otro extremo están quienes promueven una transición energética popular que plantea el derecho a la energía, fortalecer las formas públicas, participativas y democráticas, reducir el consumo de energía en los sectores de mayor consumo, luchar contra la pobreza energética, y descentralizar y democratizar los procesos de decisión en torno a la energía (Bertinat, Chemes y Forero, 2020).

De forma esquemática se puede decir que la transición energética implica: a) redimensionar y redistribuir de manera más equitativa el consumo de energía, b) superar la lógica del negocio privado al servicio de un sector corporativo para poder garantizar el derecho humano a la energía, c) salir de la lógica extractivista y productivista de producción de commodities, d) promover la participación y control social en la gestión democrática de la energía, y e) modificar radicalmente la relación antropocéntrica dominante con la naturaleza.

Transiciones energéticas en la historia

Las transiciones energéticas no son nuevas: la primera fue el paso de la leña al carbón, la segunda del carbón al petróleo, y la tercera del petróleo a las energías renovables. Hasta ahora, las transiciones energéticas nunca han sido absolutas, es decir, no desplazaron completamente la anterior fuente de energía dominante. Por ejemplo, el petróleo no desplazó en su totalidad el uso del carbón y la leña. En la actualidad la biomasa sigue siendo importante como energía primaria en muchos países. Por ejemplo, en el caso de Bolivia, la biomasa de leña y bagazo de caña de azúcar ocupa el segundo lugar después de los hidrocarburos, y tiene una participación del 5,7% en la producción de energía primaria, mucho más que las hidroeléctricas que contribuyen con el 1,59% y las energías eólicas y solares que apenas representan un 0,16%.

El uso de la leña como recurso energético ha sido utilizado durante milenios. En la edad media la leña comenzó a utilizarse para fabricar carbón vegetal, posteriormente fue reemplazada por el carbón mineral que se utilizó para las máquinas a vapor. La transición del carbón al petróleo tomó más de un siglo. El desarrollo del motor a combustión llevó a la sustitución gradual de la máquina a vapor. Después de la Primera Guerra Mundial, el petróleo y la utilización del gas para calefacción y alumbrado desplazaron de su hegemonía al carbón, pero nunca lo sustituyeron totalmente.

De forma paralela, a inicios de la Revolución Industrial se comenzó a utilizar la fuerza del agua para la generación eléctrica. Una de las primeras centrales hidroeléctricas fue la de Northumberland, Reino Unido, en 1880. Después vino la generación de electricidad a partir de las cataratas del Niágara. Hasta 1890 se estima que se habían instalado más de 200 centrales hidroeléctricas solo en Estados Unidos y Canadá. La generación hidroeléctrica tuvo un rápido crecimiento por el desarrollo y perfeccionamiento tecnológico de los generadores eléctricos y las turbinas. En la actualidad se estima que un 20% de la energía consumida en el mundo tiene origen hidroeléctrico. La hidroelectricidad representa un 90% de las energías renovables a nivel mundial.

En la década de los setenta del siglo pasado, varios países desarrollados iniciaron la construcción de centrales nucleares para la generación eléctrica. Estos emprendimientos nucleares desencadenaron un movimiento de oposición muy importante en algunos países que contribuyeron al desarrollo de las energías alternativas. Entre 1975 y 1978, el movimiento antinuclear en Dinamarca construyó el primer gran aerogenerador de la historia para demostrar que había alternativas al plan de su gobierno de construir una central nuclear, y posteriormente desarrollaron la industria eólica sobre la base de tecnología abierta y cooperación con empresas locales. Los proyectos eólicos de esa época fueron llevados a cabo por cooperativas, campesinos y empresas comunitarias. Hasta fines de la década de los noventa, casi todos los proyectos eólicos fueron comunitarios, las grandes empresas entraron a ese sector recién a partir del año 2000 (Fundación Yansa, 2015).

La urgencia de la transición energética

La transición hacia las energías alternativas ha cobrado gran importancia por la crisis climática. El último informe del IPCC advierte que entre 3.300 y 3.600 millones de personas ya viven en entornos altamente vulnerables al cambio climático, y plantea reducir las emisiones globales en 45% hasta 2030 y en 84% para el 2050, con el objetivo de evitar una catástrofe climática.

Los combustibles fósiles son responsables del 73% de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) en el mundo. La transición energética busca reducir y abandonar el consumo de combustibles fósiles que dominan el sector energético a nivel mundial, y pasar a la electrificación de la economía en base a fuentes de energías renovables como la solar y la eólica.

Durante la última década el sector de las energías renovables ha tenido un buen desempeño, principalmente por la caída de los costos de los paneles solares y las turbinas eólicas. Según la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA), entre el 2010 y 2021, el coste medio global de la electricidad de los proyectos de energía solar fotovoltaica a gran escala disminuyó un 88%, la energía eólica terrestre cayó un 68% y la energía eólica marina se redujo un 60%. El año 2020, durante la pandemia del Covid 19, el sector de las energías alternativas fue el que mejor soportó la crisis a diferencia de los combustibles fósiles. En 2021, pese a las dificultades en las cadenas de suministro y el alza de precios, el costo de la electricidad eólica se redujo un 15%, y la energía fotovoltaica bajó un 13% en relación con el 2020.

Para la Agencia Internacional de Energía (AIE) la inversión en energía limpia desde el 2015 tuvo un crecimiento del 2% anual y desde el 2020 el ritmo de crecimiento se ha acelerado hasta un 12%. No obstante, es necesario destacar que la inversión en energías alternativas está concentrada en Estados Unidos, Unión Europea, Japón, China e India, mientras el resto de economías emergentes tienen estancadas sus inversiones en este sector desde 2015.

A pesar del avance de las energías alternativas, los planes de recuperación económica post-pandemia de diferentes países priorizaron el fortalecimiento de las energías fósiles. Un ejemplo es el gasto de alrededor de 14 billones de dólares americanos que los países del G20 (20 economías más grandes) realizaron entre 2020 y 2021, del cual solo el 6% se destinó a actividades de reducción de emisiones (Revista Nature, 2022). Según la AIE en 2021 las emisiones de dióxido de carbono vinculadas al consumo energético tuvieron el incremento más grande de su historia en términos absolutos sobre todo por el incremento en el uso del carbón.

Los impactos de la guerra

La invasión de Rusia a Ucrania ha complicado aún más la ya compleja transición energética, reviviendo proyectos de combustibles fósiles a base de carbón ante la inseguridad energética provocada por el conflicto bélico. Algunos analistas consideran que la transición energética será retrasada por la guerra, mientras otros pronostican que a mediano plazo podría acelerarse en algunos países para disminuir la dependencia de la importación de combustibles fósiles.

Estados Unidos que, junto a Arabia Saudita y Rusia, es uno de los principales productores de petróleo a nivel mundial, batió récords en sus principales cuencas productoras de gas, Haynesville y Appalachia, lo que lo posicionaría como el mayor productor de gas natural en el mundo el 2022 (Rystad Energy, 2022).

También se está incrementando la demanda mundial del carbón, que pese a que subió de precio, es más barato que el gas natural. Es probable que la demanda de carbón aumente aún más el próximo año, al igual que la inversión en su suministro principalmente en países como la China e India (AIE, 2022), pero también en Alemania que ha reactivado su explotación.

Así mismo, la AIE indica que la subida de precios también afecta a las tecnologías de energías renovables y que desde 2020 los costos de los paneles solares y las turbinas eólicas aumentarán entre un 10% y 20%. Sin embargo, a pesar de este incremento siguen siendo una alternativa viable por ser más baratas en relación a las instalaciones de combustibles fósiles.

Para el 2022 se previó que la inversión mundial en todo el sector energético crecerá 8%, llegando a 2,4 billones de dólares, de los cuales la inversión en energía limpia superaría los 1,3 billones de dólares americanos (AIE, 2022). Esta cifra podría parecer buena para la transición energética, pero es absolutamente insuficiente. Según IRENA las energías renovables tendrían que escalar masivamente en todos los sectores del 14% de la energía total actual hasta alrededor del 40% en 2030. Para alcanzar este objetivo se requiere inversiones anuales de 5,7 billones de dólares americanos hasta el 2030.

La guerra en Ucrania ha generado ganancias inesperadas para los productores de petróleo y gas. El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, ha señalado al respecto que “es inmoral que las compañías de petróleo y gas obtengan ganancias récord a costa de las personas y comunidades más pobres y con un costo enorme para el clima”.

La crisis económica y el incremento de precios de los combustibles están profundizando la denominada pobreza energética que afecta a millones de familias en el mundo. El 80% de la población mundial vive en países que son importadores netos de combustibles fósiles y es probable que la factura energética total pagada por los consumidores del mundo supere los 10 billones de dólares por primera vez en 2022 (IRENA, 2022) afectando a los sectores más pobres de la sociedad.

Según especialistas, es poco probable que el petróleo desaparezca como combustible dominante en los próximos 20 o 30 años, se puede reducir su consumo, pero toda la economía mundial, la infraestructura industrial y de transporte está basada en los hidrocarburos.

Existe una importantísima movilización de recursos económicos para la guerra, muy por encima de lo que se destina al cambio climático o la transición energética, como dice Van de Graaf: “El paradigma de la seguridad nacional tiene una fuerza de movilización mucho mayor que el paradigma de la catástrofe climática”. A esto se suma los millonarios subsidios a nivel global que tienen los combustibles fósiles, principalmente el petróleo. La AIE calcula que los subsidios al consumo mundial de combustibles fósiles que en 2020 fueron de 180 mil millones de dólares, subieron a 440 mil millones de dólares en 2021.

Transiciones energéticas en Bolivia

En Bolivia el consumo energético de gran escala despegó con el cerro rico de Potosí. La thola y la yareta que poblaban el altiplano sud fueron extraídas y quemadas para fundir la plata. Entre fines del siglo XVI y principios del siglo XIX la principal fuente de energía para la minería era la biomasa nativa hasta que a mediados del siglo XIX comenzó a ser remplazada con importaciones de carbón vegetal de Chile.

Durante la colonia española se utilizó la fuerza hidráulica para concentrar y moler mineral. La generación hidroeléctrica comenzó en Bolivia a principios del siglo XX principalmente para abastecer al sector minero. La primera planta hidroeléctrica se construyó en 1902 en Landara, Potosí. En 1908 fueron las de Angosto de San Luis en Tarija, Cayara en Potosí y Durasnillo en Chuquisaca y en 1909 Achachicala en La Paz. Hasta 1930 se construyeron 4 hidroeléctricas más en los departamentos de Cochabamba, La Paz, Chuquisaca y Potosí y otras 16 plantas hidroeléctricas hasta 1970 (Energía Bolivia).

Las termoeléctricas a gas natural comenzaron a construirse en Bolivia en las últimas décadas del siglo pasado. La razón de su paulatina expansión fueron los descubrimientos de gas en Bolivia y el menor costo de inversión en relación a las hidroeléctricas.

Esta publicación se concentra en el análisis de la matriz energética de las últimas décadas principalmente a nivel de la energía primaria, los procesos de su transformación en energía secundaria y su consumo final. El Balance Energético Nacional del 2006 al 20201 permite apreciar no sólo la evolución del subsector de electricidad sino de todo el sector energético del país.

En un próximo texto se analizará los otros componentes esenciales para la transición energética como son la redistribución y redimensionamiento del consumo, la gestión con participación social, el derecho humano a la energía y el cambio de nuestra relación con la naturaleza.


[1] Ministerio de Hidrocarburos y Energía. Balance Energético Nacional 2006-2020. Disponible en: https://www.mhe.gob.bo/balance-energetico-nacional-2006-2020/

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