Exportar en si mismo no es malo, pero se convierte en una pesadilla cuando afecta la naturaleza, las áreas protegidas, los territorios indígenas, la deuda externa, las finanzas públicas y además no genera utilidades económicas. Este es el caso de Bolivia corazón energético de Sud América. El gobierno de Evo Morales avanzó en la construcción de centrales termoeléctricas e hidroeléctricas sin previamente sopesar todos estos factores.
El Plan Eléctrico del Estado Plurinacional de Bolivia – 2025 elaborado el 2014 por el Ministerio de Hidrocarburos y Energía justificaba el delirio exportador con los siguientes argumentos:
a) “Durante los últimos años, el proceso de integración regional en el sector eléctrico ha adquirido mayor relevancia, siendo vital para el crecimiento y desarrollo integral de los países, en base a criterios de revalorización de los recursos naturales y gestión de producción altamente planificada”. Expresión de esta integración regional son Mercosur, CAN, UNASUR, ALBA y CELAC.
b) Este proceso de integración eléctrica se concentra en tres hidroeléctricas binacionales que estarían en operación: Itaipú, Yacireta y Salto Grande con una potencia instalada total de 19.090 MW.

Los intercambios de electricidad en Sudamérica sumarían un total de 48.146 GWh de los cuáles mas del 90% se producen por las hidroeléctricas de Itaipú y Yaciretá, siendo el Paraguay el principal exportador con 90% de la generación eléctrica, y Brasil y Argentina los principales importadores con 74% y 21% respectivamente.
c) La demanda de electricidad del Brasil crecería anualmente un 3% lo que significaría que necesita adicionar 5.000 MW de potencia por año.
d) Bolivia tiene un gran potencial hidroeléctrico de casi 20.000 MW de potencia en sus diferentes cuencas hidrográficas que sería aprovechado a través de los mega proyectos de El Bala-Chepete, Cachuela Esperanza, Complejo de Rio Grande-Rositas y la hidroeléctrica binacional entre Bolivia y Brasil en el rio Madera.
A partir de estas premisas se afirmó que Bolivia tenía asegurado el mercado de Brasil. En 2016 el Ministro de Hidrocarburos y Energía declaró que para el 2025 se exportarían 10.000 MW de potencia y afirmó que “vendiendo a los precios actuales estimamos ingresos anuales de 2.500 millones de dólares anuales, entonces es una renta parecida a la renta de gas que tenemos actualmente y se puede generar más recursos para el Estado” (1).
Hoy estamos entrando al 2020. Bolivia tiene un excedente de casi 2.000 MW. En dos años subirá a 2.500 MW y a la fecha la exportación es cero.
El proyecto más avanzado es de apenas 120 MW de exportación a la Argentina. Para hacer realidad esa venta, Bolivia, con recursos propios, está construyendo una línea de transmisión de 110 km para transportar electricidad de Yaguacua en Bolivia a Tartagal en el vecino país. 70 km de esta línea de transmisión financiada por Bolivia están en territorio argentino. Este no es un proyecto de exportación permanente a largo plazo, sino como lo dice la memoria 2018 de ENDE es “para exportaciones temporales, de oportunidad e interrumpibles” (2). La electricidad para este proyecto de exportación provendría de la termoeléctrica del Sur, ubicada en Yaguacua, que funciona con gas natural subvencionado para el mercado doméstico. Hasta el momento no se conoce a que precio vendería ocasionalmente Bolivia la electricidad a Argentina, y cuál sería el costo real de generación eléctrica sin subvención al gas natural. Se habla de ingresos mensuales de 2 a 3 millones de dólares pero no se dice cuál seria la utilidad de esta exportación. A esto se suma que el gobierno argentino acaba de decretar el congelamiento de las tarifas de electricidad por seis meses y crece la mora en el pago a las generadoras eléctricas en el vecino país. De efectivizarse la exportación “temporal y de oportunidad” a la Argentina esta representaría sólo un 6% del excedente de la potencia instalada en Bolivia.
Las sinrazones
La propuesta de Bolivia corazón energético de Sud América adoleció desde el principio de una serie de fallas estructurales. El crecimiento de la demanda eléctrica en el Brasil o en cualquier país vecino no implica automáticamente que compren electricidad a Bolivia. Todos los países tienen planes de expansión de su oferta de electricidad. En los diferentes países hay empresas públicas y privadas que trabajan para satisfacer el crecimiento de la demanda. En la mayoría de países se realizan subastas para adjudicar contratos de compra de electricidad para un futuro próximo. La práctica común no es invertir primero en la construcción de una central eléctrica de gran capacidad para luego buscar mercado, sino lo contrario. Las empresas primero ganan una subasta, y se adjudican un contrato de largo plazo que les permita recuperar su inversión con ganancias, para proceder a construir una mega central eléctrica.
El gobierno de Evo Morales antes de tener contratos firmados para proyectos rentables se lanzó a construir termoeléctricas e hidroeléctricas con la falsa expectativa de que los vecinos comprarían ese excedente porque lo necesitarían. Esta sinrazón condujo al país a una sobredosis eléctrica.
Un factor clave para exportar es tener proyectos viables con costos de generación reducidos que estén por debajo de los precios de compra en el país de destino. Si los costos de generación están por encima del precio de compra, como es el caso de las mega hidroeléctricas de Rositas, Chepete y El Bala, el negocio no es rentable.
La estrategia del anterior gobierno priorizó la construcción de centrales eléctricas antes que la realización de estudios de mercado y el diseño de proyectos competitivos a nivel de precios en la región. Las energías alternativas pasaron a ser marginales en Bolivia porque el sueño era generar electricidad no para satisfacer las demandas locales sino para exportar en grandes cantidades.
La hipótesis de que Sud América avanza hacia un creciente mercado integrado de electricidad no está comprobada. Como se puede apreciar por los datos del propio Plan Eléctrico del Estado Plurinacional de Bolivia – 2025, las exportaciones de electricidad en la región son producto de tres proyectos hidroeléctricos binacionales más que de un gran mercado en expansión. Si retiramos los pocos emprendimientos binacionales, de los cuales Itaipú es el más grande, sólo quedan mercados binacionales de electricidad bastante pequeños.
En Sud América cada vez son más evidentes los riesgos, costos y graves impactos de los mega emprendimientos hidroeléctricos (Bello Horizonte-Brasil, Hidroituango-Colombia, Coca Codo Sinclair-Ecuador). La tendencia se está orientando a proyectos eléctricos de mediana y pequeña escala para satisfacer la demanda doméstica. La paulatina incorporación de energías alternativas refuerzan esta tendencia orientada hacia el consumo local. Lo más probable es que Sud América no siga el camino de Europa que tiene un mercado integrado de electricidad. Eso no quiere decir que no se pueden concretar algunos proyectos de exportación sobre todo de emprendimientos binacionales. La gran extensión de Sud América y la expansión de las energías alternativas que vienen bajando de costo hacen más viables y sostenibles varias redes descentralizadas, antes que una gran red regional de intercambio eléctrico.
La propuesta de Bolivia corazón energético de Sud América minimizó y ocultó los graves impactos sociales y ambientales convencida de que sería un gran negocio. Este espejismo tuvo cierta acogida por algunos años hasta que se concluyeron los primeros estudios de las mega hidroeléctricas de El Bala, Chepete y Rositas en el 2016-2017. En esos estudios quedaba claro que estas centrales tenían demasiados impactos negativos y ninguna rentabilidad económica. Lo lógico hubiera sido reevaluar todo el plan exportador y reconducir la política de generación eléctrica en Bolivia, sin embargo, lo que ocurrió fue todo lo contrario: se siguió insistiendo en la quimera exportadora. El retraso en la construcción de las mega hidroeléctricas no fue atribuido a las graves inconsistencias del plan exportador sino a la “falta de conciencia” de algunas comunidades locales.
El plan exportador se mantuvo por razones políticas. Bolivia corazón energético de Sud América era un pilar central de la propuesta del gobierno de Evo Morales y las elecciones estaban próximas. Había que continuar con el plan y lograr a como de lugar alguna exportación de electricidad antes de los comicios.
Al factor político hay que añadir los intereses de sectores empresariales de la construcción y de la burocracia estatal que aspiran obtener ganancias y coimas (sobornos) de estos mega emprendimientos. Así fue como llegamos a esta sobredosis que pudo ser aún más dramática si se hubiera iniciado la construcción de alguna de las mega hidroeléctricas.
Los desafíos
Bolivia necesita reorientar sus planes y política eléctrica. Para ello, es fundamental transparentar toda la información. Hacer accesibles todos los estudios económicos, de mercado, de ingeniería, ambientales y otros de los diferentes emprendimientos construidos, en construcción y en planificación. Es fundamental abrir un debate nacional que tome en cuenta diferentes alternativas y escenarios.
Uno de los problemas más serios es qué hacer con la sobre oferta de electricidad que tiende a convertirse en un gran elefante blanco. Un camino es fomentar el consumo doméstico, incentivar la demanda de electricidad a nivel de la industria, el transporte y el consumo en diferentes sectores.
El otro camino es tratar de exportar los excedentes… pero no a cualquier costo. El peligro es que con tal de exportar se acabe subsidiando la electricidad y vendiéndola por debajo de su real costo de producción. Esto puede ocurrir en particular con la electricidad de las termoeléctricas que funcionan con gas natural subvencionado para el consumo nacional. Se debe evitar exportar electricidad subsidiada. Para ello es necesario transparentar los costos reales y analizar las diferentes opciones.
Otro de los temas es ver como avanzamos en la dirección de transformar a los consumidores en productores de electricidad. Este debió haber sido uno de los principales objetivos del gobierno de Evo Morales en vez de apostar por un extractivismo energético. Hacer que los consumidores, los municipios, las comunidades y diferentes tipos de emprendimientos generen electricidad a través de energías alternativas para su propio consumo y para venderla a la red. Para que puedan surgir estos consumidores-productores es fundamental actualizar y modificar la normativa de electricidad.
Por último, es necesario que la nueva política de electricidad sea ampliamente discutida y no sea definida e impuesta desde arriba. ENDE, el Ministerio de Energía, la Autoridad de Electricidad y otras instancias involucradas deben hacer una evaluación profunda de lo acontecido y proponer diferentes opciones y alternativas para que haya un amplio debate nacional sobre el futuro eléctrico de Bolivia.
(1) https://www.comunicacion.gob.bo/?q=20161115/22458
(2) https://www.ende.bo/public/memorias/memoria2018.pdf
Pingback: TUNUPA 110: Sobredosis de electricidad, situación de la energía eléctrica en Bolivia – Fundación Solón