Comercio Deuda Economía Inversiones

Introducción: Nuevas Relaciones de Dependencia

Por Juan Pablo Nery Pereira

El acercamiento entre China y Bolivia es un fenómeno relativamente reciente. No obstante, pese a que el estrechamiento de vínculos entre esta superpotencia asiática y Latinoamérica tiene lugar desde finales del siglo XX, este fenómeno todavía es incomprendido, en sus principales características y efectos. Esto es particularmente problemático para el caso boliviano. A diferencia de países como México, donde se han desarrollado estudios minuciosos sobre la expansión de China y su impacto en las economías de la región, en Bolivia la generación de información y análisis crítico sobre esta temática concreta, es una carencia y una tarea pendiente.

Sin embargo, la cada vez más evidente presencia de China en Bolivia, no sólo a través de capitales y bienes de importación, sino también a través de Recursos Humanos, ha despertado mayor preocupación en la opinión pública. El problema con esta creciente preocupación es que en muchos casos deriva en lecturas desinformadas, rumores y el subsecuente ascenso de discursos conservadores, cargados de un contenido xenófobo. Por lo tanto, la sistematización y el análisis crítico de la información con respecto a esta relación debe servir también para contrarrestar lecturas sesgadas y que no den cuenta de la complejidad de esta problemática.

Esto nos permite plantear una primera cuestión, fundamental para comprender el propósito de la presente publicación: ¿Por qué es importante estudiar y analizar la relación de Bolivia con China? No se trata de un ejercicio que pretende condenar esta relación, ni mucho menos solicitar su conclusión. Tampoco pretende, como algunas lecturas simplistas desde las instancias gubernamentales han sugerido, analizar la relación con China contrastándola con la relación con otras potencias, con la intención de vindicar relaciones que han reculado. Se trata, esencialmente, de comprender los términos de una nueva relación de Bolivia con una superpotencia económica que continúa consolidándose.

De hecho, como se observa a lo largo de nuestros análisis, un tema sobre el que insistimos es el escenario de dependencia que se plantea para Bolivia. A saber, en la última década Bolivia profundizó su modelo primario exportador (hidrocarburos y minerales, sobre todo), mientras que el impulso a la diversificación de la economía ha sido más escueto. Pero el problema de esta dependencia en la producción y venta de bienes primarios no es reciente, sino que se trata de una característica estructural de la economía boliviana. Por lo tanto, nuestro interés es también señalar una continuidad.

La continuidad histórica irresuelta de esta problemática es la razón por la que decidimos hacer uso del concepto de dependencia, propio del estructuralismo. La historia económica de Bolivia está marcada por relaciones desiguales con otras potencias, y de dependencia en la producción de los bienes primarios. Desde las exportaciones coloniales de mineral hacia la metrópolis, pasando por la predominancia de las exportaciones mineras durante el siglo XIX y XX, que transitaron de la plata hacia el estaño, hasta las exportaciones de quina y goma. La riqueza de Bolivia se ha fundado históricamente en la venta de bienes primarios.

En todos los casos la consecuencia general fue la misma: el establecimiento de un régimen capitalista de explotación precario, el empobrecimiento de las poblaciones y las regiones de donde se extrajeron estos productos y la fuga de capitales, en gran medida, hacia las potencias que importaban estos bienes primarios, además de la acumulación de riqueza por las élites locales en cada contexto. Y, ésta sigue siendo la característica fundamental del modelo primario exportador que, paradójicamente, fue profundizado durante la última década en Bolivia.

Los análisis que realizamos tienen como objetivo, por lo tanto, criticar la prosecución de estas relaciones desiguales. Si bien en el presente nos centramos en China, por tratarse de un país que en poco tiempo ha consolidado su posición como potencia económica global, esto no quiere decir que nuestro objetivo sea arremeter únicamente contra este país. El objetivo de nuestra crítica es señalar la continuidad de una relación desfavorable para Bolivia, que antes ya tuvo lugar con otras potencias.

En el análisis sobre la deuda externa de Bolivia con China, que elaboramos en el primer capítulo, señalamos dónde se origina la creciente relación de dependencia en términos financieros con China. En la década de los 90, cuando se negoció la primera condonación de la deuda externa (HIPC I), la condición para esto fueron las políticas de ajuste estructural neoliberal, que fueron puestas en marcha en los años posteriores, entre las que destaca la profundización del modelo primario exportador, siguiendo la lógica de las ventajas comparativas. Esta profundización es hoy aprovechada por China, así como por otras potencias y corporaciones.

Lo mismo sucede con el comercio exterior: si antes del rediseño de la capitalización de YPFB (denominado “nacionalización”) eran corporaciones como Repsol y Petrobras que se beneficiaban de la extracción de hidrocarburos, en el presente también son corporaciones francesas y rusas, además de la menos visible participación de las anteriores. O, en lo que respecta a las empresas que son favorecidas para la ejecución de proyectos licitados públicamente. El punto no es apuntar al “antagonista” inmediato en el tiempo, sino dar cuenta de la contradicción estructural.

La problemática a la que nos referimos ya fue señalada tanto por los teóricos de la dependencia (Prébisch, Dos Santos, entre otros), como por los teóricos del Sistema Mundo (Wallerstein, Amin, Gunder Frank, entre otros): la prosecución de un modelo económico basado en la exportación de bienes primarios, sobre todo en el que son unos cuantos bienes los que predominan, es un obstáculo para el desarrollo económico de un país.

Aunque algunos de los señalamientos de estas reflexiones puedan resultar anacrónicos, la propuesta central continúa vigente. Es por ello que, para entender las relaciones Sino-Latinoamérica y Sino-Bolivia hemos insistido en el desarrollo diferenciados entre ambas partes. En el mismo periodo en que Latinoamérica daba su giro hacia el neoliberalismo, que significó en varios casos la profundización de la especialización en los bienes primarios, China decidió impulsar un desarrollo industrial sin precedentes.

Por lo tanto, el hecho que en el presente ingresemos en una relación desigual con China, no sólo tiene que ver con la necesidad de esta potencia de expandir sus mercados y ampliar sus proveedores de bienes primarios, sino también con la problemática estructural de nuestra dependencia en los bienes primarios. Problemática que no logró ser resuelta en los últimos diez años, considerando el relativo auge económico que caracterizó a este periodo.

Ahora bien, nuestro uso de este concepto propio del estructuralismo, para caracterizar la relación entre Bolivia y China, no apunta a una lectura que victimice a Bolivia frente a las potencias “abusivas”. Nuestro análisis intenta demostrar que la situación en que se halla el país, en términos de sus relaciones con potencias como China, es también el resultado de decisiones políticas adoptadas por los funcionarios de turno. Y, este aspecto también marca una continuidad sobre cómo Bolivia se ha insertado en relaciones desiguales a lo largo de su historia, a partir de decisiones de la élite en el poder de turno.

Disclaimer: Evitar una “Sino-fobia”

Considerando todo lo señalado hasta este punto, queda claro que nuestro interés no tiene que ver con repudiar la relación Bolivia-China, ni invocar con tono nostálgico la relación de Bolivia con otras potencias. En este sentido, nuestro análisis no pretende impulsar sentimientos peligrosos, de contenido xenófobo, hacia el país asiático y su población. Nos distanciamos de cualquier razonamiento conservador, como por ejemplo de culpabilizar a las poblaciones extranjeras por “la pérdida de empleos” u otros males analizados de manera simplista.

El mundo siempre ha sido complejo y ha estado articulado. Y, en estas articulaciones se han tejido y re-tejido relaciones dispares, donde son élites locales y globales las que se benefician, a expensas de las poblaciones. Esto, lógicamente, no implica que estemos proponiendo un esquema de análisis maniqueo entre “buenos” y “malos”. Se trata, en todo caso, de apuntar una problemática estructural. El sistema mundo capitalista es desigual, y en la profundización de esta desigualdad son varios los factores que inciden.

Por ejemplo, en lo que respecta a la movilización de mano de obra china, el siglo XXI no es, de ninguna manera, un fenómeno novel. Durante el siglo XIX, grandes contingentes de mano de obra china fueron desplazados al continente americano para ser explotados en la construcción de las líneas férreas y en otras actividades. Tal fue el caso de países como Canadá, Estados Unidos, México y Perú. Si antes eran las autoridades coloniales europeas las que impulsaban estos movimientos de migración económica forzada, hoy son las élites corporativas y estatales en contubernio. Sobra decir que se trata de un fenómeno global.

El carácter histórico de esta contradicción estructural del sistema económico dominante implica que la reacción frente a los movimientos migratorios, determinados por relaciones económicas no pueden reducirse al rechazo simplista del migrante. Lo mismo sucede en el presente con la movilización de mano de obra calificada y no calificada china, hacia distintos países del mundo. La problemática de fondo no es la identidad cultural de los migrantes, sino las relaciones económicas desiguales, globales y locales, que conllevan a estas dinámicas en primer lugar. Por lo tanto, el análisis debe necesariamente contemplar estos aspectos menos evidentes, justamente para contrarrestar las simplificaciones reaccionarias.

Un análisis de los aspectos menos evidentes implica también evitar las lecturas idealizadas que llevan a cabo funcionarios del Estado, cuando señalan, por ejemplo, que los créditos e inversiones de países como China y Rusia no vienen con condiciones y, por lo tanto, serían mejores que los otorgados por las potencias occidentales y las entidades financieras internacionales. En la dinámica del capitalismo global no existen inversiones que no estén condicionadas o conlleven a la expectativa de beneficios ulteriores. Pero, como mostramos con el caso de China, no todos los países exigen condiciones similares. Si bien instituciones como el BM, el BID, la CAF, exigen el cumplimiento de ciertos estándares para otorgar créditos, China negocia contratos de exportación para dotarse de bienes primarios, o la contratación de empresas chinas para la ejecución de las obras.

Ahora bien, cuando decimos China, no nos referimos a una entidad homogénea, con un interés único plausible de ser antagonizado. Se trata, como todos los países, de una sociedad desigual, con relaciones de poder ejercidas por grupos dominantes sobre numerosas clases subalternas. En este caso, una élite política que también conforma la élite económica, de un país cuyo desarrollo fue posible a partir de la explotación laboral de gran parte de su población. Y, la movilización de mano de obra hacia otros países debe entenderse a partir de estas relaciones de desigualdad también.

Entonces, no es el “otro” chino antagónico el objetivo de nuestra crítica, sino el carácter desigual del sistema mundial, cuyos efectos analizamos a partir de la relación particular entre ambos Bolivia y China. Y, Bolivia se ha visto afectada por estas relaciones desiguales a lo largo de su historia económica, no sólo por la determinación de este sistema, sino también por decisiones locales de las élites de turno.

Preguntas de investigación y metodología

La presente publicación es un ejercicio de sistematizar y analizar parte de la información sobre el estado actual de la relación entre China y Bolivia. Para nuestro análisis, nos enfocamos principalmente en la información oficial publicada por el Estado, centrándonos en tres áreas específicas: la deuda externa, el comercio y la presencia de empresas chinas en el país. Por lo tanto, es importante señalar que se trata de un ejercicio preliminar. Un análisis mucho más complejo de la relación entre ambos países comprendería considerar otras áreas, que tienden a ser simplificadas en la lectura de los medios de comunicación y por la opinión pública, como la cuestión migratoria y las relaciones sociales concretas, por ejemplo.

En efecto. una tarea que queda pendiente, considerando lo apuntado en esta sección, es el análisis de qué sucede con la población migrante china que ingresa en el país, justamente para evitar lecturas xenófobas. Es decir, dar cuenta de las relaciones desiguales que tienen lugar al interior de este grupo, los procesos de explotación de mano de obra, entre otros temas que merecen una investigación minuciosa aparte. Sin embargo, en la presente publicación, nos ocupamos principalmente de las tres áreas señaladas.

Nuestra exposición y análisis de los datos oficiales, vinculados a estas áreas, apunta a responder las siguientes preguntas o problemáticas:

  • ¿Cómo entender el desarrollo y la expansión de la economía china, así como sus efectos sobre la geopolítica global, en el presente?
  • ¿Qué ha significado la expansión económica y comercial de China en la región, sobre todo para el caso de Bolivia? O ¿Cuáles son las características principales de la relación Sino-Bolivia, y sus efectos para la segunda?
  • ¿Puede llegar a plantearse un escenario de hegemonía que también abarque el campo político, entre China y Latinoamérica y, específicamente, entre China y Bolivia?

Para elaborar la respuesta a estas preguntas, nos centramos, una vez más, en la deuda externa, el comercio exterior y la participación de empresas chinas en el país. Para la primera temática, nos centramos en revisar los informes mensuales, semestrales y anuales, sobre la deuda externa, producidos por el Banco Central de Bolivia (BCB), entre los años 2008 y 2018. Complementamos el análisis de estos datos con fuentes secundarias, sin embargo, nuestro objetivo principal es discutir sobre la base de la información oficial, así como los parámetros establecidos por el propio BCB.

En lo que respecta el comercio exterior, también nos enfocamos en la información oficial publicada tanto por el BCB, el Instituto Nacional de Estadística (INE), y en las sistematizaciones realizadas por el Instituto Boliviano del Comercio Exterior (IBCE), con base la información del INE. La exposición de estos datos es complementada por información de otras fuentes sobre el comercio exterior global. A partir de exponer los datos del comercio exterior boliviano y del comercio exterior con China, específicamente, realizamos una discusión siguiendo el tenor señalado al principio: un análisis de tipo estructuralista, sobre todo para evidenciar la dependencia de Bolivia.

Para el tema de la presencia de las empresas chinas, en primera instancia, explicamos por qué no se trata de Inversiones Extranjeras Directas, a partir de exponer los datos de los informes del BCB sobre los flujos de capital privado hacia Bolivia. En segunda instancia, para comprender en qué términos operan las empresas chinas en Bolivia, quiénes las financias, sobre todo enfatizando la relación de éstas con el Estado boliviano, revisamos la información publicada por el Sistema de Contrataciones del Estado (SICOES).

En suma, para el presente análisis crítico de la relación Sino-Bolivia, nos centramos en la información oficial publicada por el Estado. Nuestro objetivo es mostrar que en el presente se establece una relación desigual entre Bolivia y China, o una relación desigual más, a la que ingresamos nuevamente como una economía pequeña y dependiente. Por ello, centrarnos en los datos cuantitativos oficiales de esta relación, nos permite evitar contrargumentos que apunten a desmentir el carácter desproporcional y desigual de esta relación. El objetivo de nuestro análisis crítico es dar cuenta de la continuidad de una problemática estructural, que se comprueba a partir de la propia información oficial.

Estructura de esta publicación

El presente texto está compuesto por cuatro capítulos. Primero, exponemos de manera general, los aspectos que consideramos fundamentales para comprender el auge y expansión de China en el presente. En este capítulo nos interesa comprender, por qué y cómo China logró en un corto tiempo convertirse en una superpotencia económica que desafía la primacía de occidente. Para ello nos enfocamos en comprender su desarrollo interno, su progresiva apertura hacia el mundo globalizado y la transición hacia una geopolítica expansionista mucho más clara, en el siglo XXI.

Segundo, para comprender concretamente los términos y el propósito de la política exterior expansionista, de la China contemporánea, exponemos y analizamos su progresivo acercamiento a Latinoamérica. En este caso, nos interesa comprender cómo fue variando la relación entre China y Latinoamérica, y que aspectos del desarrollo económico de cada parte definen los términos desiguales de su relacionamiento en la actualidad. Para ello nos centramos en la cuestión del comercio exterior y del financiamiento externo.

Tercero, una vez expuestos los principales aspectos de las relaciones Sino-Latinoamérica, pasamos a exponer y analizar los datos de la relación de Bolivia con la potencia asiática. Este es el capítulo central de la presente publicación. En este caso, analizamos la deuda externa de Bolivia con China, el intercambio comercial entre ambos países y la presencia de las empresas chinas en el país. La exposición, nuevamente, de los datos oficiales publicados en diversas plataformas del Estado, nos permite elaborar un análisis crítico de esta relación, que además contradice el discurso idealista del gobierno boliviano.

Cuarto, realizamos algunas reflexiones conclusivas sobre nuestro análisis, centrándonos en el caso boliviano y los efectos que puede conllevar la prosecución de la relación con China en los términos descritos en el capítulo tercero.

Nuevamente, esta publicación consiste en un ejercicio preliminar de analizar las relaciones con China, que con seguridad se irán estrechando en el futuro, considerando el papel geopolítico cada vez más activo de esta potencia. Sin embargo, la tarea de continuar analizando esta relación, profundizando tanto en el aspecto geopolítico, como en las repercusiones locales, queda pendiente. Esperamos, por lo tanto, que los apuntes realizados en este trabajo sirvan para futuras investigaciones, que enfaticen en otros aspectos claves de la relación entre ambos países.

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