Economía Política y partidos

1.3. China y la geopolítica del siglo XXI

El año 2018 se cumplen cuarenta años desde las reformas de Deng Xiaoping y la apertura de la economía china. En cuatro décadas, China se ha consolidado como una de las economías más importantes del mundo, compitiendo únicamente con Estados Unidos. Pero eso no es todo, en el mismo año, el 6 de julio, inicia lo que muchos analistas denominan la “guerra comercial” más importante de la historia económica entre ambas superpotencias. Este conflicto fue iniciado por el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, a partir de su decisión de imponer tarifas de hasta 25% sobre los bienes importados desde China.

En este sentido, no se puede entender la expansión de China hasta el presente, sin considerar los cambios que tienen lugar actualmente en la geopolítica global, el rol de China en los mismos y cómo estos cambios también influyen en la situación del país asiático y su consolidación como potencia. Para ello, primero es necesario caracterizar la geopolítica actual, y el rol de las potencias en su transformación.

Como apuntamos antes, la expansión de China es una respuesta del país asiático a la conclusión de la Guerra Fría, el final de un mundo bipolar y el emplazamiento de Estados Unidos como súper-potencia global. En términos económicos, este nuevo orden supuso la expansión del mercado global, el giro progresivo de todas las economías del mundo hacia el neoliberalismo. El planteamiento de Fukuyama sobre el fin de la historia se volvió de sentido común, pues parecía que un nuevo orden global hegemónico se emplazaba, dominado por Estados Unidos y la lógica del libre mercado. Y, China supo insertarse en este nuevo mundo de manera efectiva.

El siglo XXI es inaugurado, por lo tanto, con la predominancia y liderazgo de Estados Unidos, tanto en términos militares, como económicos y políticos. Para América Latina, este liderazgo se materializó a través de la imposición de los paquetes de políticas económicas neoliberales, a través del Consenso de Washington, la adhesión a la lucha militar contra el narcotráfico, y la firma de tratados de libre comercio, en los casos de México, Colombia, Perú y los países de Centroamérica. Aunque todas estas políticas tuvieron lugar a finales del siglo XX, son las que de manera determinante inauguran el siglo XXI.

En términos militares, el siglo XXI también fue inaugurado por transformaciones en la forma de hacer guerra, no sólo en términos de desarrollo de las tecnologías bélicas, sino en términos geopolíticos, por la primacía de una superpotencia. Estas nuevas formas de hacer guerra se hicieron tangibles en conflictos como los Balcanes, o la masacre de Rwanda. Lo que Eric Hobsbawm (2006) señalaba como la característica bélica del siglo XXI: la intervención de potencias foráneas en conflictos internos. El más reciente ejemplo, y quizás el más catastrófico hasta el presente, es el conflicto sirio. El carácter catastrófico de estos conflictos se vio acentuado, además, por las mejoras en la tecnología militar de destrucción.

Sin embargo, en dos décadas del siglo XXI, el orden geopolítico global ha comenzado a reconfigurarse. Esto se debe sobre todo a la emergencia de nuevas potencias económicas, a saber, India y China en el continente asiático. Pero esto es algo que ya se avistaba a finales del siglo XX. En su Entrevista sobre el siglo XXI, Eric Hobsbawm señalaba que “es posibles que, más pronto o más tarde, China alcance el nivel militar de los estadounidenses para poder rivalizar efectivamente con ellos” (2006: 22). Por otra parte, los conflictos consistentes en la intervención militar se han hecho más costosos en términos humanitarios y materiales. Esto es evidente con la actual crisis humanitaria de refugiados que tienen lugar actualmente producto del conflicto en Siria, así como por la migración forzada de países africanos.

En lo que respecta el orden económico global que, si bien fue definido en términos de libre cambio y de aldea global, sugiriendo una celebración de la mayor conexión del mundo, probó ser el mismo orden desigual, controlado por intereses dominantes. El nuevo actor global predominante se convirtieron las corporaciones, quienes expandieron sus actividades a escala global, en contubernio con los Estados y los organismos internacionales. Pero, en el presente asistimos a una crisis del ideal de libre comercio global. Si bien la crisis del neoliberalismo fue temprana en contextos como Latinoamérica, con la emergencia de gobiernos progresistas, en la actualidad el rechazo a este modelo se ha hecho más evidente en los países industrializados o del “centro”.

Las crisis en Europa, en la última década (España, Grecia, por tomar ejemplos significativos), el retorno de partidos de extrema derecha nacionalista al poder, como en el caso de Austria, expresan de manera clara el rechazo creciente del predominio de una economía de mercado. Pero quizás los fenómenos más interesantes en este sentido han sido la salida del Reino Unido de la Unión Europea y la elección de Donald Trump en Estados Unidos. Ambos fenómenos conllevan, necesariamente, a una reconfiguración de la geopolítica global.

De hecho, la elección de Trump ha significado un repliegue deliberado de Estados Unidos como súper-potencia, en el sentido que, a diferencia de sus antecesores, no le otorga una importancia cardinal a los asuntos vinculados con la geopolítica y el liderazgo global. Su política de “hacer América grande de nuevo” consiste en una combinación de políticas de corte proteccionista, con la intención de fortalecer la economía estadounidense hacia adentro, y una presión por acuerdos comerciales que favorezcan abiertamente a Estados Unidos, bajo la amenaza de suspender los intercambios. Esto ha conllevado, por un lado, a un descuido deliberado de su hegemonía global, así como a ceder espacios en la arena internacional frente a potencias como Rusia y China.

Como parte de esta política, destacan las puniciones comerciales que Estados Unidos ha comenzado a aplicar, tanto sobre sus aliados más cercanos como Canadá y Europa, como con potencias como China. El 6 de julio de 2018 inició la Guerra Comercial entre Estados Unidos y China, en la que el primero ha establecido aranceles del 25% sobre 1.300 productos, y un valor total de 34.000 millones de dólares[1]. Por su parte, China decidió limitar su respuesta, recurrir a otros aliados comerciales y reafirmar su compromiso con el libre mercado en distintos espacios.

Estas transformaciones trazan diversos escenarios sobre cómo se reconfigurará, nuevamente, la geopolítica global en el futuro. Puede ser que la administración de Trump marque un breve desliz en la geopolítica hegemonista de Estados Unidos, misma que se fue desarrollando desde el siglo XIX. Pero ese lapso de tiempo puede ser suficiente para que otras potencias adquieran un papel protagónico en la arena internacional, aunque los objetivos particulares geopolíticos sean distintos, como es el caso de China y Rusia, que han asumido una postura cada vez más clara de competir con occidente.

En este marco, debe llamar la atención que, en la última década, la potencia que más ha promovido la prosecución del libre comercio a escala global, siguiendo el ejemplo de Estados Unidos de evitar la conformación de bloques regionales y, en todo caso, promoviendo acuerdos bilaterales, ha sido la China. Es por ello que, en el presente, resulta particularmente interesante el hecho que la súper-potencia asiática responda de manera moderada a los ataques comerciales de Estados Unidos y, en contrapartida, promueva el comercio con otras regiones. Esto, claro está, tiene que ver con el hecho que China todavía necesita del libre comercio para dotarse de bienes primarios y continuar la consolidación de su base productiva. Pero, ¿Qué puede significar esto en términos geopolíticos? Para responder a esta cuestión hace falta comprender la geopolítica China en la actualidad.

[1] Ver: https://cnnespanol.cnn.com/2018/07/07/la-guerra-comercial-entre-estados-unidos-y-china-ha-hecho-que-1-300-productos-sean-mas-caros/ visitada en fecha 10 de julio de 2017.

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