Comercio Economía

2.3. La evolución de las relaciones comerciales: del equilibrio a la desigualdadn

Como consecuencia de estas políticas de desarrollo diferenciadas, entre la segunda mitad de los años 70 y el primer quinquenio del siglo XXI, el comercio entre China y Latinoamérica se expandió exponencialmente, sentando las bases para una relación desigual. Primero a partir de importaciones de materia prima, que permitieron el desarrollo de la base productiva de China y, posteriormente, la consolidación de la exportación especializada de bienes manufacturados.

En efecto, “La búsqueda mundial de China de los productos básicos necesarios para sostener su rápida expansión económica forma la base de su relación con América Latina” (Erickson citado por Ratliff, 2009: 9). La importancia que tiene Latinoamérica, como fuente de mercancías que China necesita para consolidar su desarrollo económico, así como mercado para sus productos, permite comprender la evolución de los volúmenes de intercambio entre ambas regiones.

Gráfico 3 . Evolución del comercio China – Latinoamérica 1950-2005

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Fuente: William Ratliff, 2009: 9.
Elaboración: Fundación Solón

La expansión de las importaciones de materia prima conllevó a un ascenso en sus precios, significando una ventaja para los países de la región que se especializaron en este sector, desde el Consenso de Washington. Mientras que los países que ya tenían una base productiva desarrollada, se vieron afectados rápidamente por la competitividad de los productos chinos. Este fue el caso, por ejemplo, de México y los países de Centroamérica, cuya economía manufacturera se vio afectada no sólo por los volúmenes de la producción china, sino también porque, como señalamos en el texto sobre la deuda externa, el patrón de especialización de las exportaciones de China fue el de un país con un PIB per cápita tres veces superior al nivel real de ingresos de la mano obra (Paus, 2009).

Este desequilibrio entre la producción y los ingresos de la mano de obra conllevó a lo que Eva Paus señala como “la trampa de los ingresos intermedios”: Los productos de China son más competitivos porque su mano de obra es más intensiva y barata, o en términos más claros, porque para lograr el crecimiento exponencial de su economía, basaron su modelo productivo en una superexplotación de su mano de obra. Este modelo le permitió a China alcanzar una alta competitividad en “una amplia gama de productos, desde productos de mano de obra barata a productos baratos de mayor valor” (Paus, 2009: 423). Mientras que, para Latinoamérica, esto le quitó competitividad a su producción afectando el desarrollo de su base productiva.

A pesar de esto, en términos comerciales, se han generado lecturas sobre que el modelo de intercambio Sino-Latinoamérica sería complementario, por un lado, porque contribuiría a mantener los precios de las mercancías de Latinoamérica altas; y, por otra parte, porque la necesidad de acceder a las mercancías latinoamericanas (recursos naturales), conllevaría a una mayor inversión extranjera china, que contribuiría a su vez a mantener el potencial comercial de Latinoamérica.

Lo que corresponde, por lo tanto, es desmentir estas creencias. Como señala Barbara Kotschwar “El comercio con China se asemeja a los patrones comerciales tradicionales de América Latina: el intercambio de productos básicos y manufacturas basadas en recursos naturales por manufacturas de mayor valor agregado” (2014: 206; Cf. González, 2008). En efecto, la región latinoamericana ha sido, desde el siglo XVI, hasta el presente, principalmente proveedora de recursos naturales y productos primarios, notablemente mercancías agrícolas, conllevando a una constante situación de dependencia en términos comerciales y de desarrollo. (Topik, Marichal y Frank eds., 2006).

En el presente, las relaciones comerciales de la región con China no hacen sino confirmar y reforzar este patrón.

De hecho, el comercio de China con el mundo sigue un mismo patrón: importación colosal de bienes primarios, y exportación de productos manufacturados de distintas calidades. Un aspecto interesante a señalar es que, en todo el periodo señalado, si bien los volúmenes totales del intercambio crecieron estrepitosamente, China mantuvo una balanza comercial (exportaciones – importaciones) negativa.

Este no es un dato contradictorio y se explica, por un lado, por el inmenso mercado para bienes de producción que representa China en el presente y, por el otro, por el inmenso mercado para bienes de consumo. 3 En este marco, los metales y minerales son el principal grupo de mercancías importadas por China, con un promedio de 337,500 millones de dólares, entre 2010 y 2016. En este caso, sus principales socios comerciales son Brasil, como proveedores de acero y hierro; Hong Kong como proveedor de metales preciosos (oro notablemente); Perú y Chile como proveedores de Cobre. De hecho, además del acero y derivados de hierro, el cobre es el segundo metal más importado por China. Siendo, en este caso, sus dos principales proveedores Perú (61%  de sus exportaciones de cobre van a China) y Chile (49% de sus exportaciones).

Por otra parte, entre 2010 y 2016, China importó un promedio de 39,033 millones de dólares en Soya (de los cuáles 33,300 millones en granos), siendo sus principales proveedores Brasil, Estados Unidos y Argentina. El grueso de la soya importada, además de utilizarse para la fabricación de biocombustibles, sirve para alimentar las granjas de animales (cerdos y pollos principalmente), fundamentales para la dotación de alimentos en megalópolis como Beijing.

En lo que respecta a las importaciones de Latinoamérica, de productos chinos, no se trata de una composición homogénea, sino que varía dependiendo del tamaño y nivel de desarrollo de cada economía, así como del tipo de actividades económicas predominantes. En este entendido, Eva Paus (2009), desarrolla una distinción de las principales mercancías importadas, por grupos de países, entre 2000 y 2006. En este caso, separa los países andinos, los países del Mercosur, los países de Centroamérica y México. Y, para las mercancías, distingue por categorías: HT (alta tecnología); (MT tecnología media); LT (baja tecnología); RB (bienes primarios).

Según la investigación de Paus, la mayoría de los países, en todos los grupos, importa productos de alta tecnología, sobre todo equipos electrónicos y eléctricos (HT1) (electrodomésticos, repuestos, antenas, entre varios otros). En los casos de los países andinos y Centroamérica, resaltan también las importaciones de equipos de ingeniería (MT3); textiles, calzados y vestimenta (LT1); y otras mercancías de baja tecnología (LT2). De hecho, en el caso del Mercosur las importaciones de HT1 fueron las más importantes, mientras que en Centroamérica y los países andinos, las importaciones fueron de MT3 (Paus, 2009: 426-427), lo cual está directamente relacionado con la predominancia de economías primario exportadoras en el caso de los Andes, y de economías maquiladoras y primario exportadoras en Centroamérica.

La composición de las importaciones y las exportaciones son el principal elemento para comprender qué tipo de relación existe entre dos países, o regiones geoeconómicas, y qué parte se beneficia más. Como lo ha demostrado ampliamente el pensamiento económico latinoamericano (Prébisch, 1971; 1986), en la historia del capitalismo global, son los países que producen y exportan manufacturas los que sacan mayor ventaja y se posicionan por encima de los países que simplemente proveen de bienes primarios.

Nuevamente, el Consenso de Washington conllevó a la profundización de la especialización del modelo primario exportador en América Latina, y esta misma coyuntura resultó ventajosa para la expansión comercial de China, así como para el continuo fortalecimiento de su base productiva. Este modelo de intercambio resulta en la profundización de la dependencia de América Latina, notablemente de las economías más pequeñas y con una base productiva menos desarrollada, como es el caso de Bolivia. Y, paradójicamente, estas economías son las que hoy celebran su acercamiento a China, en los términos descritos.

La dependencia de la mayoría de las economías latinoamericanas en la exportación de bienes primarios, como ya señalaron hace décadas varios teóricos (Prébisch, Do Santos, Frank y Wallerstein, entre otros), ha sido y continúa siendo la principal trampa para el desarrollo de la región.

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