Como señalamos en el capítulo precedente, la iniciativa del Cinturón Económico y Ruta de la Seda es el proyecto expansionistas más ambicioso de
China con cara al siglo XXI. Este proyecto es presentado como una iniciativa multilateralista de articulación comercial del mundo, libre de objetivos hegemonistas e invocando el pasado imperial de China. Sin embargo, por detrás de esta retórica se halla la voluntad de hacer de China el epicentro de los flujos comerciales más importantes del mundo.
En el marco de esta iniciativa, China lleva a cabo hoy su acercamiento a Latinoamérica, proponiendo un escenario global ventajoso del que todos los países deberían desear ser parte. Este acercamiento ha tenido efectos concretos en lo que respecta a la adhesión de países de la región a la iniciativa. Por ejemplo, en junio de 2018, Panamá y China oficializaron sus relaciones diplomáticas, con el inicio de las negociaciones para la firma de un tratado de libre comercio entre ambos países. Este acercamiento significó que Panamá termine sus relaciones con Taiwán, país que, con el auspicio de Estados Unidos, fue el sustito de China a nivel internacional durante la Guerra Fría.4
También en junio de 2018, el embajador de China en el Perú anunció un paquete de inversión de 2 años y 10 mil millones de dólares, estas inversiones estarán enfocadas principalmente en la expansión de la explotación de cobre, así como en el desarrollo de infraestructura portuaria. Según una nota por RWR, “China Railway Engineering Corporation (CREC) anunció planes para construir un puerto en Ilo, la capital de la región minera de cobre del Perú”5.
Estas intenciones de inversión tienen que ver directamente con su suministro de bienes primarios. Y, de confirmarse las especulaciones sobre que Ilo será el puerto culminante del tren bioceánico, tener control y/o participación en un puerto en esta región sería por demás estratégico para China, para poder acceder al flujo comercial de la región.
En el mismo sentido, China anunció mayores inversiones en infraestructura y el sector energético para Argentina. De hecho, según Sofía Diamante, citando un informe de Moody’s en una nota elaborada para el periódico La Nación, el año 2017 China habría firmado un acuerdo de inversión por 30.000 millones de dólares. De acuerdo con el informe citado en la nota de diamante: “Como resultado, además de su creciente participación en el sector energético, los inversores chinos en el país involucran proyectos que incluyen redes ferroviarias, trenes, minas de oro, extracción de litio y autos eléctricos” 6 .
Otro informe que complementa esta información, para Argentina, es el realizado por María di Paola y Evan Lehman (2018), donde los autores señalan que en la última década se estrecharon las relaciones con China, sobre todo enfocadas en proyectos de infraestructura, como la construcción de ferrocarriles, y en proyectos energéticos. Como señalan los autores:
Los proyectos chinos a invertir en Argentina son muchos y de diversa envergadura, sin embargo, si se compara el monto invertido por tipo de energía, se observa que la nuclear es la que mayor inversión recibirá con más de USD 13.500 millones, representando el 48% del total. Esta es seguida por la energía hidroeléctrica con el 39% (incluyendo Chihuido), seguido por la inversión de US$ 2.450 millones que ha realizado SINOPEC (de la cual ahora quiere desprenderse por un tercio de ese monto) para cerrar con las renovables con un 4% en total, siendo el 65% de este para eólico y el 35% para solar (Di Paoli y Lehman, 2018: 143). El financiamiento de múltiples obras de infraestructura, a lo largo y ancho de la región, forma parte de la iniciativa del Cinturón Económica y Ruta de la Seda de China. Este financiamiento es acompañado por la firma de tratados y acuerdos bilaterales con los países de la región. Como señala Ricardo Barrios: “Desde el 2005, China ha otorgado aproximadamente US$150 mil millones en financiamiento de estado a estado para LAC, de los cuales US$27 mil millones se destinaron a proyectos de infraestructura, incluyendo una carretera en Costa Rica, ferrocarriles en Argentina y un puerto en Trinidad y Tobago” 7 . Estas inversiones tienen el propósito de facilitar a China el acceso a los mercados latinoamericanos, así como a los bienes primarios que necesita para su economía.
Pero quizás el país que más rápidamente se entregó a la expansión de China y a su necesidad de dotarse de bienes primarios fue Venezuela. Sobre este caso comentamos brevemente en el apartado anterior. Este país que hoy se halla en una profunda crisis económica, política y social, fue durante una década uno de los principales exportadores de petróleo del mundo, lo cual, paradójicamente, profundizó su dependencia en la explotación de petróleo. Si bien no se puede señalar la profundización de esta dependencia como el principal factor de la crisis que tiene lugar actualmente, no cabe duda que es un factor central.
En este marco, la relación entre China y Venezuela tiene que ver, principalmente, con la cooperación energética. De hecho, esta relación expresa a la perfección la dependencia: China necesita ser suministrada de petróleo, para mantener su tasa de crecimiento y el fortalecimiento de su base productiva; Venezuela necesita vender petróleo para la prosecución de sus políticas públicas. Por ello, el desarrollo de la relación entre ambos países ha consistido en una intensificación de flujos de capital (créditos) y la participación de empresas chinas en la economía extractiva venezolana, además de la cooperación entre Estados (Cardona, 2016).
El petróleo es la segunda fuente de producción energética de China, después del carbón. Según el informe de Ana María Cardona (2016), el carbón representa el 69% de la producción energética, mientras que el petróleo representa el 21%. Por otra parte, China es el tercer productor de carbón del mundo, por lo que no necesita importar este bien, mientras que en el caso del petróleo: “es utilizado en mayor medida por los sectores comercial, de transporte, militar, la agricultura y los hogares, sectores que debido a su crecimiento aumentaron la demanda de este recurso sobrepasando la oferta doméstica disponible” (Cardona, 2016: 10).
Por ello es que, en los primeros decenios del siglo XXI, decidió recurrir a nuevos socios comerciales como Venezuela, en un contexto favorable de deterioro de las relaciones de éste país sudamericano con Estado Unidos. Si bien, pese a las diferencias políticas entre el gobierno de Chávez y Estado Unidos, Venezuela no dejó de vender petróleo al país del norte, el mercado chino se presentó como una ventana de oportunidad interesante para contrarrestar la influencia geopolítica de Estados Unidos. A partir de 2013, la credibilidad crediticia de Venezuela comenzó a decaer a nivel internacional, debido a la crisis política que inicia con la muerte de Chávez. Y, como apuntamos antes, China deviene en el principal prestamista de Venezuela, estableciendo al petróleo como garante de los créditos.
En el marco de la cooperación energética, desde 2007 crea un fondo conjunto entre ambos países, así como una Comisión Mixta Conjunta, ambos para viabilizar el suministro de petróleo a China y para la ejecución de proyectos de desarrollo en Venezuela. Siguiendo a Cardona, esta cooperación tiene como objetivo 6 aspectos para desarrollar la industria energética: “(1) el comercio de petróleo crudo, (2) el servicio técnico, (3) el desarrollo conjunto, (4) la participación en la construcción de infraestructura, (5) préstamos para el petróleo, y (6) la investigación conjunta en tecnología para biocombustibles” (2016: 17).
Esto es, China invirtió grandes cantidades para fortalecer la industria de hidrocarburos de Venezuela, con la finalidad de asegurar una mayor celeridad para su suministro de petróleo. Esto explica que los créditos hacia Venezuela continuaron desembolsándose, a pesar de la crisis y la reticencia de otras entidades financieras de prestar al país sudamericano (Gallagher et al., 2012). La entidad encargada de recibir los fondos es el Fondo Conjunto Venezolano y, como explica Cardona: […] en Venezuela el Fondo de Inversión Común se abrió con $6.000 millones de dólares, de los cuales el CDB aportó $4.000 millones a modo de préstamo concedido al Banco de Desarrollo Económico y Social de Venezuela (BANDES), y el FONDEN aportó los $2.000 millones restantes.
Para la época, el préstamo hecho por el CDB se debió cubrir en los 3 años siguientes, siendo la petrolera Petróleos de Venezuela (PDVSA) la encargada de venderle 100.000 barriles de petróleo diarios a la China Oil, subsidiaria de CNPC (2016: 20) En 2009, el Banco para el desarrollo de China (CDB) desembolsó otros 4.000 millones de dólares, y en 2013 desembolsó 5.000 millones. Todos estos créditos están respaldados por un compromiso del gobierno venezolano de suministrar barriles de petróleo a China, en cantidades no menores a 100.000 barriles diarios. Estos créditos son presentados, en primera instancia, como ventajosos ya que, por un lado, no imponen tantas condiciones como las entidades financieras tradicionales y, por otra parte, parecen estar a expensas de mercancías cuya producción es a escala. Sin embargo, retomando el lenguaje estructuralista que hemos venido utilizando a lo largo del texto, esta relación de cooperación energética profundiza, sin lugar a dudas, la dependencia de Venezuela con relación a la explotación de hidrocarburos. Y, esta ha sido una de las decisiones económicas más perniciosas para el país.
Además, cabe señalar que, debido a la continuidad y profundización de la crisis política y social en el país, en 2018 China y por primera vez en una década, decidió parar los desembolsos de créditos. Esto indica un escenario negativo para Venezuela, pues ya ni siquiera el suministro de petróleo es una garantía, debido a la caída del precio del crudo a nivel internacional. Sobre todo, considerando que, según El País, entre 2005 y 2016, los préstamos de China a Venezuela sumaron 62.200 millones de dólares.
Todas estas dinámicas indican que, a pesar de la retórica idealista del gobierno chino, así como de las lecturas optimistas por parte de gobiernos, como es el caso de Venezuela, que invocan una afinidad política antiimperialista, la forma de operar de China es profundamente pragmática. A la superpotencia asiática no le interesa tanto la promoción del desarrollo de otras economías, como el resguardo de sus intereses comerciales y de desarrollo interno. Este mismo aspecto lo discutiremos en el siguiente capítulo, a la luz de la relación Sino-Bolivia.
4 Ver: https://latinvestment.org/2018/05/30/panama-y-china-iniciaran-negociaciones-de-tlc-en-junio/
5 Ver: https://latinvestment.org/2018/06/15/china-anuncia-mayores-inversiones-en-peru/
6 Ver: https://latinvestment.org/2018/06/26/infraestructura-y-energia-focos-de-atencion-de-la-inversion-china-en-la-region-y-la-argentina/
7 Ver: https://latinvestment.org/2018/07/23/la-iniciativa-china-una-franja-una-ruta-llega-a-america-latina/
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...
Como señalamos en el capítulo precedente, la iniciativa del Cinturón Económico y Ruta de la Seda es el proyecto expansionistas más ambicioso de
China con cara al siglo XXI. Este proyecto es presentado como una iniciativa multilateralista de articulación comercial del mundo, libre de objetivos hegemonistas e invocando el pasado imperial de China. Sin embargo, por detrás de esta retórica se halla la voluntad de hacer de China el epicentro de los flujos comerciales más importantes del mundo.
En el marco de esta iniciativa, China lleva a cabo hoy su acercamiento a Latinoamérica, proponiendo un escenario global ventajoso del que todos los países deberían desear ser parte. Este acercamiento ha tenido efectos concretos en lo que respecta a la adhesión de países de la región a la iniciativa. Por ejemplo, en junio de 2018, Panamá y China oficializaron sus relaciones diplomáticas, con el inicio de las negociaciones para la firma de un tratado de libre comercio entre ambos países. Este acercamiento significó que Panamá termine sus relaciones con Taiwán, país que, con el auspicio de Estados Unidos, fue el sustito de China a nivel internacional durante la Guerra Fría.4
También en junio de 2018, el embajador de China en el Perú anunció un paquete de inversión de 2 años y 10 mil millones de dólares, estas inversiones estarán enfocadas principalmente en la expansión de la explotación de cobre, así como en el desarrollo de infraestructura portuaria. Según una nota por RWR, “China Railway Engineering Corporation (CREC) anunció planes para construir un puerto en Ilo, la capital de la región minera de cobre del Perú”5.
Estas intenciones de inversión tienen que ver directamente con su suministro de bienes primarios. Y, de confirmarse las especulaciones sobre que Ilo será el puerto culminante del tren bioceánico, tener control y/o participación en un puerto en esta región sería por demás estratégico para China, para poder acceder al flujo comercial de la región.
En el mismo sentido, China anunció mayores inversiones en infraestructura y el sector energético para Argentina. De hecho, según Sofía Diamante, citando un informe de Moody’s en una nota elaborada para el periódico La Nación, el año 2017 China habría firmado un acuerdo de inversión por 30.000 millones de dólares. De acuerdo con el informe citado en la nota de diamante: “Como resultado, además de su creciente participación en el sector energético, los inversores chinos en el país involucran proyectos que incluyen redes ferroviarias, trenes, minas de oro, extracción de litio y autos eléctricos” 6 .
Otro informe que complementa esta información, para Argentina, es el realizado por María di Paola y Evan Lehman (2018), donde los autores señalan que en la última década se estrecharon las relaciones con China, sobre todo enfocadas en proyectos de infraestructura, como la construcción de ferrocarriles, y en proyectos energéticos. Como señalan los autores:
Los proyectos chinos a invertir en Argentina son muchos y de diversa envergadura, sin embargo, si se compara el monto invertido por tipo de energía, se observa que la nuclear es la que mayor inversión recibirá con más de USD 13.500 millones, representando el 48% del total. Esta es seguida por la energía hidroeléctrica con el 39% (incluyendo Chihuido), seguido por la inversión de US$ 2.450 millones que ha realizado SINOPEC (de la cual ahora quiere desprenderse por un tercio de ese monto) para cerrar con las renovables con un 4% en total, siendo el 65% de este para eólico y el 35% para solar (Di Paoli y Lehman, 2018: 143). El financiamiento de múltiples obras de infraestructura, a lo largo y ancho de la región, forma parte de la iniciativa del Cinturón Económica y Ruta de la Seda de China. Este financiamiento es acompañado por la firma de tratados y acuerdos bilaterales con los países de la región. Como señala Ricardo Barrios: “Desde el 2005, China ha otorgado aproximadamente US$150 mil millones en financiamiento de estado a estado para LAC, de los cuales US$27 mil millones se destinaron a proyectos de infraestructura, incluyendo una carretera en Costa Rica, ferrocarriles en Argentina y un puerto en Trinidad y Tobago” 7 . Estas inversiones tienen el propósito de facilitar a China el acceso a los mercados latinoamericanos, así como a los bienes primarios que necesita para su economía.
Pero quizás el país que más rápidamente se entregó a la expansión de China y a su necesidad de dotarse de bienes primarios fue Venezuela. Sobre este caso comentamos brevemente en el apartado anterior. Este país que hoy se halla en una profunda crisis económica, política y social, fue durante una década uno de los principales exportadores de petróleo del mundo, lo cual, paradójicamente, profundizó su dependencia en la explotación de petróleo. Si bien no se puede señalar la profundización de esta dependencia como el principal factor de la crisis que tiene lugar actualmente, no cabe duda que es un factor central.
En este marco, la relación entre China y Venezuela tiene que ver, principalmente, con la cooperación energética. De hecho, esta relación expresa a la perfección la dependencia: China necesita ser suministrada de petróleo, para mantener su tasa de crecimiento y el fortalecimiento de su base productiva; Venezuela necesita vender petróleo para la prosecución de sus políticas públicas. Por ello, el desarrollo de la relación entre ambos países ha consistido en una intensificación de flujos de capital (créditos) y la participación de empresas chinas en la economía extractiva venezolana, además de la cooperación entre Estados (Cardona, 2016).
El petróleo es la segunda fuente de producción energética de China, después del carbón. Según el informe de Ana María Cardona (2016), el carbón representa el 69% de la producción energética, mientras que el petróleo representa el 21%. Por otra parte, China es el tercer productor de carbón del mundo, por lo que no necesita importar este bien, mientras que en el caso del petróleo: “es utilizado en mayor medida por los sectores comercial, de transporte, militar, la agricultura y los hogares, sectores que debido a su crecimiento aumentaron la demanda de este recurso sobrepasando la oferta doméstica disponible” (Cardona, 2016: 10).
Por ello es que, en los primeros decenios del siglo XXI, decidió recurrir a nuevos socios comerciales como Venezuela, en un contexto favorable de deterioro de las relaciones de éste país sudamericano con Estado Unidos. Si bien, pese a las diferencias políticas entre el gobierno de Chávez y Estado Unidos, Venezuela no dejó de vender petróleo al país del norte, el mercado chino se presentó como una ventana de oportunidad interesante para contrarrestar la influencia geopolítica de Estados Unidos. A partir de 2013, la credibilidad crediticia de Venezuela comenzó a decaer a nivel internacional, debido a la crisis política que inicia con la muerte de Chávez. Y, como apuntamos antes, China deviene en el principal prestamista de Venezuela, estableciendo al petróleo como garante de los créditos.
En el marco de la cooperación energética, desde 2007 crea un fondo conjunto entre ambos países, así como una Comisión Mixta Conjunta, ambos para viabilizar el suministro de petróleo a China y para la ejecución de proyectos de desarrollo en Venezuela. Siguiendo a Cardona, esta cooperación tiene como objetivo 6 aspectos para desarrollar la industria energética: “(1) el comercio de petróleo crudo, (2) el servicio técnico, (3) el desarrollo conjunto, (4) la participación en la construcción de infraestructura, (5) préstamos para el petróleo, y (6) la investigación conjunta en tecnología para biocombustibles” (2016: 17).
Esto es, China invirtió grandes cantidades para fortalecer la industria de hidrocarburos de Venezuela, con la finalidad de asegurar una mayor celeridad para su suministro de petróleo. Esto explica que los créditos hacia Venezuela continuaron desembolsándose, a pesar de la crisis y la reticencia de otras entidades financieras de prestar al país sudamericano (Gallagher et al., 2012). La entidad encargada de recibir los fondos es el Fondo Conjunto Venezolano y, como explica Cardona: […] en Venezuela el Fondo de Inversión Común se abrió con $6.000 millones de dólares, de los cuales el CDB aportó $4.000 millones a modo de préstamo concedido al Banco de Desarrollo Económico y Social de Venezuela (BANDES), y el FONDEN aportó los $2.000 millones restantes.
Para la época, el préstamo hecho por el CDB se debió cubrir en los 3 años siguientes, siendo la petrolera Petróleos de Venezuela (PDVSA) la encargada de venderle 100.000 barriles de petróleo diarios a la China Oil, subsidiaria de CNPC (2016: 20) En 2009, el Banco para el desarrollo de China (CDB) desembolsó otros 4.000 millones de dólares, y en 2013 desembolsó 5.000 millones. Todos estos créditos están respaldados por un compromiso del gobierno venezolano de suministrar barriles de petróleo a China, en cantidades no menores a 100.000 barriles diarios. Estos créditos son presentados, en primera instancia, como ventajosos ya que, por un lado, no imponen tantas condiciones como las entidades financieras tradicionales y, por otra parte, parecen estar a expensas de mercancías cuya producción es a escala. Sin embargo, retomando el lenguaje estructuralista que hemos venido utilizando a lo largo del texto, esta relación de cooperación energética profundiza, sin lugar a dudas, la dependencia de Venezuela con relación a la explotación de hidrocarburos. Y, esta ha sido una de las decisiones económicas más perniciosas para el país.
Además, cabe señalar que, debido a la continuidad y profundización de la crisis política y social en el país, en 2018 China y por primera vez en una década, decidió parar los desembolsos de créditos. Esto indica un escenario negativo para Venezuela, pues ya ni siquiera el suministro de petróleo es una garantía, debido a la caída del precio del crudo a nivel internacional. Sobre todo, considerando que, según El País, entre 2005 y 2016, los préstamos de China a Venezuela sumaron 62.200 millones de dólares.
Todas estas dinámicas indican que, a pesar de la retórica idealista del gobierno chino, así como de las lecturas optimistas por parte de gobiernos, como es el caso de Venezuela, que invocan una afinidad política antiimperialista, la forma de operar de China es profundamente pragmática. A la superpotencia asiática no le interesa tanto la promoción del desarrollo de otras economías, como el resguardo de sus intereses comerciales y de desarrollo interno. Este mismo aspecto lo discutiremos en el siguiente capítulo, a la luz de la relación Sino-Bolivia.
4 Ver: https://latinvestment.org/2018/05/30/panama-y-china-iniciaran-negociaciones-de-tlc-en-junio/
5 Ver: https://latinvestment.org/2018/06/15/china-anuncia-mayores-inversiones-en-peru/
6 Ver: https://latinvestment.org/2018/06/26/infraestructura-y-energia-focos-de-atencion-de-la-inversion-china-en-la-region-y-la-argentina/
7 Ver: https://latinvestment.org/2018/07/23/la-iniciativa-china-una-franja-una-ruta-llega-a-america-latina/
Comparte esto:
Me gusta esto: