La relación entre China y Bolivia, como sucede con la mayoría de los países de Latinoamérica es bastante reciente. En el caso de Bolivia coincide, además, con el gobierno del MAS. Las relaciones entre ambos países comienzan a estrecharse de manera más clara a partir de 2010, y el gobierno del MAS inicia en 2006. Este no es un dato de menor importancia, considerando que el acercamiento entre ambos países es un fenómeno celebrado por las autoridades gubernamentales de Bolivia, como coincidente con la política de “izquierda” que afirman llevar a cabo.
El ejemplo más reciente de esta celebración tuvo lugar a finales de junio de 2018, luego del viaje de Evo Morales a China y Rusia. Ante las críticas de la oposición al gobierno por la frecuencia de los viajes del presidente boliviano al extranjero, el canciller Fernando Huanacuni realizó declaraciones celebratorias, intentando vindicar el propósito de estos viajes. Según Huanacuni, ambos viajes sirvieron para estrechar las relaciones con estos países, y para fortalecer a Bolivia en la arena internacional. Seguidamente, varios intelectuales afines al gobierno salieron a celebrar la brillantez de la “geopolítica” de Morales y a elogiarlo como un líder global.
En sus declaraciones el Canciller señaló que las visitas del presidente elevaron el nivel de relación de Bolivia con estas potencias y que “La asociación estratégica significa tener una incidencia en la política internacional, en los aspectos determinantes, en las crisis que actualmente se presenta. Eso ahora Bolivia es parte, por eso el hecho de hablar con Vladimir Putin y Xi Jinping, significa pues estar hablando con los líderes más influentes en la política internacional del mundo”. En este sentido, para el Canciller, el hecho que el presidente Morales se reúna con los líderes de esos países lo convierte automáticamente en un líder influyente en las decisiones importantes del mundo 8 .
Estas afirmaciones deben ser comprendidas en su contexto. El ingreso del MAS al gobierno supuso un alejamiento con relación a la potencia históricamente hegemónica en el continente americano, Estado Unidos, a partir de la utilización de un discurso antiimperialista. Esto supuso, lógicamente, un repliegue del financiamiento de este país, así como un retroceso de las relaciones comerciales. En su momento Bolivia planteaba la opción de un mercado “de los pueblos”, considerando la posibilidad de sustituir el mercado norteamericano por mercados latinoamericanos, Venezuela y Cuba para manufacturas, Argentina y Brasil para hidrocarburos y bienes primarios.
En lo que respecta a las manufacturas, sobre todo textiles, esta decisión no diolos resultados esperados, mientras que, en el caso de los hidrocarburos, la venta de gas a Brasil y Argentina significó grandes ingresos para el Estado. De cualquiera manera, este escenario de alejamiento con relación a Estados Unidos, que se ha visto reforzado en los últimos dos años por la reciente geopolítica estadounidense promovida por Trump, se presentó como bastante ventajoso para China, en su afán de acercarse a Latinoamérica. Y, para los funcionarios del Estado, el acercamiento de China es también visto como algo positivo. Pero ambas lecturas, la de China y la de Bolivia difieren, y es esta divergencia la que se debe analizar.
Uno de los aspectos que señala el Canciller, con el objetivo de reivindicar el relacionamiento de Bolivia con Rusia y China es que los tres países coincidirían en un enfoque multilateralista y respetuoso de la soberanía de otros países. Esta lectura es complementaria de la retórica de izquierda del gobierno que, aplicada a la lectura de la geopolítica, se reduce el rechazo maniqueo frente al imperialismo yanqui. Este rechazo se ancla, con razón, en la crítica a la injerencia de Estados Unidos en la política de los países latinoamericanos, que fue principalmente activa en la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, el antiimperialismo frente a Estados Unidos ha pasado de ser un objetivo geopolítico serio y revolucionario, a ser un fetiche discursivo utilizado por algunos gobiernos de la región para justificar la incursión de sus países en nuevas relaciones de desigualdad.
Siguiendo esta retórica rudimentaria, para los funcionarios del gobierno boliviano las relaciones con potencias como China o Rusia tienen un carácter disruptivo del orden geopolítico, simple y llanamente por la competencia que tiene lugar en la actualidad entre éstas y Estados Unidos. Por lo tanto, dejan
completamente de lado los aspectos estructurales y las dinámicas desiguales
que caracterizan las relaciones internacionales en general.
Para China, por otra parte, el repliegue de la influencia de Estados Unidos en la región, notablemente en los últimos dos años, se presenta como un escenario propicio para consolidar su presencia comercial en la región. Como vimos en el segundo capítulo, el objetivo principal de China en la región es el acceso a bienes primarios, que necesita para la continua consolidación de su base productiva. Para ello, ha puesto en marcha una política de otorgamiento de créditos atados a contratos de exportación, y ha impulsado la participación de sus empresas en diferentes áreas, sobre todo vinculadas con el sector energético y de infraestructura.
Estas dos formas de ingresar en las economías latinoamericanas son fundamentales para comprender los términos de la relación con China, y para evitar la lectura idealizada que llevan a cabo algunos funcionarios en el presente. La tarea verdaderamente crítica, que intentamos realizar en la presente publicación, tiene que ver con demostrar el carácter desigual de esta relación.
8 Ver: https://latinvestment.org/2018/06/27/huanacuni-y-los-aires-de-grandeza-de-un-pequeno-pais/
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