Comercio Economía

4.3. Desafíos y estrategias

A partir de todo lo apuntado, la pregunta clave que se plantea es ¿Qué hacer? ¿Cuáles son las alternativas para Bolivia? Estas preguntas, que las planteamos a la luz de nuestro análisis de la relación Sino-Bolivia, se refieren a la encrucijada de Bolivia en términos generales. Por supuesto que estas preguntas sirven para pensar la relación entre ambos países, pero de ninguna manera apuntan únicamente a esta relación. De ser así, la respuesta simplista y conservadora sería romper relaciones con China y expulsar a sus súbditos del país. Pero la cuestión es siempre más compleja.

Deliberación regional

En lo que respecta a la relación con el país asiático, específicamente, la primera cuestión que debe llamar la atención, y que tiene que ver con el reordenamiento geopolítica que tiene lugar en el presente, es el repliegue de los procesos de integración regional y, por lo tanto, la ausencia de una discusión entre países sobre la creciente presencia de China en la región. Aunque no se trata de un proceso definitivo de crisis, las instancias regionales parecen estar en proceso de replegarse. El caso más reciente, para Sudamérica es la crisis de la UNASUR, que tuvo lugar en julio de 2018, cuando Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú decidieron suspender su membresía, sobre todo debido a diferencias políticas.[1]

El repliegue de estas instancias, o simplemente el hecho que no jueguen un rol protagónico en las deliberaciones sobre lo que acontece en la región, puede significar un problema a la hora de afrontar la continua expansión de una potencia como China. La manera en cómo China se aproxima a los países de la región se asemeja a la estrategia adoptada por los Estados Unidos desde finales del siglo XX, a través de negociaciones bilaterales con cada país. Esto no indica una forma de operar mal intencionada de China, pero sí un escenario a la larga desfavorable para Latinoamérica.

En este sentido, una primera respuesta sobre qué hacer frente al avance de China es la necesidad de llevar a cabo deliberaciones en un nivel regional. El avance de China en Latinoamérica se da con distinta intensidad, dependiendo del tamaño de la economía de cada país, y de lo que cada economía tiene para ofrecerle. Sin embargo, como señalamos en nuestro análisis, la consecuencia principal para toda la región del creciente intercambio comercial con China ha sido la afectación de las industrias manufactureras y la consolidación del modelo primario exportador.

Una deliberación a nivel regional podría contribuir a que las distintas economías salgan de la trampa de la dependencia. Sin embargo, este escenario es poco probable, considerando que cada país, no sólo vela por sus propios intereses, sino que, en el caso de Bolivia, por ejemplo, los funcionarios del Estado celebran el acercamiento a China como una buena oportunidad para sus mercados.

Pragmatismo o Dependencia

Por otra parte, la problemática estructural cuya solución es imperativa, en el mediano y largo plazo, es la dependencia. La solución para esta problemática es, obviamente, mucho más compleja. Supondría, en primera instancia, la puesta en marcha de múltiples políticas económicas que en el mediano y largo plazo transformen las fuerzas productivas del país. Esta transformación tomará tiempo y conllevará a la emergencia de coyunturas de crisis políticas y sociales. El problema de la dependencia de Bolivia está vinculado a otros aspectos de la economía, a saber, la ilegalidad, el auge de la informalidad y la necesidad, en última instancia, que tienen todas las familias bolivianas de un sustento estable. Y, todos estos aspectos están determinados o son consecuencia, en gran medida, de la dependencia y el feble desarrollo de la base productiva.

En el análisis que realizamos sobre el comercio exterior de Bolivia, señalamos que, si bien, una parte importante de las exportaciones son manufacturas, el detalle de la composición de estas exportaciones revela que se trata de sectores económicos subordinados y dependientes del sector primario. Es decir, la manufactura boliviana todavía es incipiente y poco competitiva, y los principales productos de exportación son sobre todo bienes primarios semi-procesados o con poca agregación de valor. A esto se debe sumar el tamaño pequeño de la economía manufacturera de Bolivia, en comparación con la de sus países vecinos, como es el caso del Perú, por ejemplo.

Una premisa de la economía política clásica es que no puede haber creación de riqueza si no se desarrolla la base productiva en un sentido que, no sólo implique la producción industrial y la valorización, sino que también genere empleos para la población. En ese sentido, una parte del problema para salir de la dependencia tiene que ver, en el presente, con la terciarización y la precarización de la economía. Según el Instituto Nacional de Estadística, la venta de comida y el comercio son algunas de las actividades que más demandan empleo en el país[2]. En lo que respecta a estos sectores se debe contar, por ejemplo, que, como señala un informe del FMI recientemente publicado, el grueso de la economía boliviana es informal (60%).

Por lo tanto, pese a que, para el directo del INE, Santiago Farjat, estos datos ““demuestran el aumento en la calidad de vida que hemos tenido en el país”, en realidad indican que en Bolivia predominan actividades económicas que generan poca riqueza y que son difíciles de registrar y regular[3].

Para que una transformación de la base productiva tenga lugar en Bolivia son necesarios múltiples procesos y políticas. En este caso nos centramos en la manera en cómo se relaciona el país con otras potencias. Una característica sobre la que insistimos en nuestro análisis es que, mientras Bolivia lleva a cabo una lectura idealizada de su relación con China, invocando el idealismo, el enfoque chino ha mostrado ser absolutamente pragmático, y su invocación de una retórica idealista es una estrategia discursiva para su proyecto expansionista.

En este sentido, un aspecto por el que se dificulta la salida de la dependencia es la celebración de nuevas relaciones desiguales, por parte de los funcionarios del Estado. El actual gobierno ha celebrado, en diversas ocasiones, la relación con China, así como las relaciones con otros países, en las que paradójicamente se consolida la dependencia de Bolivia. En algunos casos, a través de declaraciones problemáticas y contradictorias, como las del presidente, con respecto a quienes denunciaban a las empresas chinas por la vulneración de derechos laborales. Esta celebración se basa en argumentos maniqueos como la invocación de un antiimperialismo estadounidense, que sería compartido con países como China o Rusia. Estos argumentos simplistas sirven para justificar la firma de acuerdos que apuntan a reforzar el modelo económico dependiente.

En contrapartida, lo que se necesita es un enfoque realista a la hora de ingresar en nuevas relaciones con otras potencias. El problema estructural de la dependencia de Bolivia no se resolverá con una lectura enfocada en el antiimperialismo maniqueo, ni en la celebración de la fantasía de relaciones multilaterales y horizontales. El enfoque del Estado a la hora de ingresar en una relación económica con una potencia de la talla de China no puede consistir en otorgar concesiones y beneficios, de manera tan generosa, sino en velar estrictamente por los intereses de desarrollo internos.

El gobierno boliviano no sólo ha decidido contar con más financiamiento chino, también ha elaborado normativas que favorezcan a las empresas de dicho país y, a pesar de los problemas que han surgido en las ejecuciones, continúa adjudicando obras de gran envergadura a sus empresas. El enfoque del actual gobierno es, en ese sentido, o naif o intencionalmente complaciente, de cualquier manera, la relación con China, vista con mayor atención, devela una dirección problemática.

Una lectura atenta e informada

En la introducción de la presente publicación señalamos como un tema fundamental, a la hora de analizar las relaciones Sino-Bolivia, el cuidado de no caer en lecturas reaccionarias, que tiendan a conclusiones simplistas y desinformadas, y a respuestas de tipo xenófobo. El peligro de estas lecturas es que se alejan de los problemas estructurales que hemos expuesto a lo largo del presente texto y, en todo caso, tienden a la construcción de fetiches discursivos y sentidos comunes conservadores. Todo esto, lógicamente, posterga de manera problemática la posibilidad de concertar estrategias que beneficien a los intereses de Bolivia y de su población.

En este sentido, es importante que las agencias de noticias y los medios de comunicación sean lo más cuidadosos posibles, a la hora de informar a la población, para evitar la propagación de noticias falsas, o que puedan contribuir a los posturas reaccionarias y xenófobas. Esta no es una llamada de atención presuntuosa, considerando que, en la última semana de julio de 2018, por ejemplo, varios medios de comunicación publicaron una noticia falsa sobre que se estaría comercializando “arroz de plástico” de procedencia china. Esta noticia se propagó rápidamente en las redes sociales, generando reacciones conservadoras simplistas y tendieron a generar un pánico innecesario, como las que hemos señalado.

De la información a la que accede la población depende que la sociedad civil pueda interpelar a las autoridades gubernamentales, solicitando que se resuelvan las problemáticas estructurales del país, en lugar de estancarse en, y alimentar bulos o teorías conspirativas.

Nuevamente, el hecho que Bolivia haya incursionado en una relación desigual con China no tiene que ver con las “malas intenciones” de esta potencia, ni con algún deseo perverso de invasión, sino y únicamente con el hecho que las condiciones estructurales así lo permitieron. Esto es, China no impuso los términos de la relación desigual a Bolivia. Sí, propuso términos que la favorecen a partir de una retórica idealista, pero estos términos fueron aceptados y bienvenidos por los funcionarios del Estado. Tampoco se trata de una vocación puramente entreguista de estos funcionarios, sino de una respuesta determinada por las mismas condiciones estructurales, aunque justificada políticamente como un logro geopolítico.

A lo anterior se suma la necesidad de que las propias instituciones gubernamentales, no sólo publiquen, sino también sistematicen toda la información posible sobre la relación de Bolivia con otros países, para que sea accedida por toda la población. Esto incluye no sólo los datos macroeconómicos de la deuda externa, el comercio exterior y los contratos de obras adjudicadas con empresas extranjeras, sino también los detalles de las obras que son ejecutadas, la compra de bienes por el Estado, y todas las demás operaciones que son de interés del público.

De la misma manera, deberían transparentarse los avances en las negociaciones para obras de gran envergadura, como es el caso de la Hidroeléctrica Rositas, a saber, la existencia o no de los Estudios de Impacto Ambiental y su contenido, el costo y financiamiento de la obra y los historiales de las empresas que las ejecutarán. La necesidad de ampliar la información, en beneficio del público es una tarea esencial y pendiente, tanto desde las instancias encargadas de generar información desde la sociedad civil, como también y sobre todo desde el Estado.

Incidentalmente, esta necesidad no sólo aplica al caso chino, sino a cualquier otro país que incursione en grandes inversiones y financiamientos, ya sean estos públicos o privados. Y, esto nos devuelve de alguna manera el tema de la dependencia. En alguna medida –aunque esta es una cuestión mucho más problemática por el simple hecho de la complejidad y desigualdad que caracteriza a la sociedad boliviana–, algunas decisiones importantes sobre la dirección de las políticas económicas deberían ser discutidas de manera más pública. Esta idea no pretende invocar formas ambiguas de deliberación o de “democracia participativa”, sino debates informados que deriven en propuestas concretas. Lo cual supondría, lógicamente, una previa exposición y conocimiento generales sobre las problemáticas estructurales de la economía y la política exterior.


[1] Ver: http://www.el-nacional.com/noticias/mundo/unasur-peligro-extincion-por-falta-consenso_243177

[2] Ver: https://www.noticiasfides.com/economia/venta-de-comida-y-comercio-son-algunas-de-las-actividades-que-mas-demandan-empleo-en-bolivia-389967

[3] Si bien, posteriormente, el gobierno de Bolivia contradijo el dato del FMI, señalando que la economía informal se redujo a 45,9%, no se trata tanto de limitarse a los datos estadísticos macro, sino de preguntarse qué sucede en la realidad concreta de la gente. La informalidad no es un fenómeno aislado, sino que debe ser leído de manera paralela a la terciarización y el auge de sectores económicos que generan poca riqueza. De lo contrario, el análisis es limitado y no da cuenta de la encrucijada estructural de Bolivia.
Ver: https://www.paginasiete.bo/economia/2018/7/25/estudio-de-fmi-bolivia-tiene-la-economia-informal-mas-grande-188348.html
https://www.paginasiete.bo/economia/2018/7/29/gobierno-dice-que-bolivia-redujo-informalidad-en-4598-188817.html

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