Litio

La precondición de la abundancia

En cuanto a reservas y recursos, el litio boliviano se encuentra en una posición bastante peculiar. Según datos del Servicio Geológico de los Estados Unidos, en 2021, Bolivia es el país con la mayor cantidad de recursos de litio en el planeta, ya que posee un cuarto de los recursos de litio del mundo. (USGS, 2021). Los otros dos países que siguen a Bolivia en relación a recursos en litio son Argentina con el 23% y Chile con el 11%. A estos tres países se los conoce como el “Triángulo del Litio”. El 2021, el 59% de los recursos de litio se encontraban en este triángulo.

El Salar de Uyuni, por el hecho de ser el reservorio de litio más grande del mundo juega un papel central en todas las propuestas, planes e imaginarios del Gobierno, la oposición, la población local y la sociedad en general. Gracias a la gran magnitud de recursos, las autoridades y dirigentes, tanto del Gobierno como de la oposición, consideran que no solo es posible un proceso de agregación de valor (industrialización) en Bolivia, sino que se podrá definir los precios internacionales del litio y de las baterías de litio, convertir a Bolivia en la capital mundial del litio e incluso fabricar vehículos eléctricos Made in Bolivia.

En varios momentos los discursos fueron y siguen siendo surrealistas. Las proyecciones de producción, ventas e ingresos se hacen a partir de la creencia mágica de que la abundancia acabará abriendo todas las puertas si hay control soberano sobre el recurso y una fuerte empresa pública capaz de industrializar el litio en Bolivia. Gracias a esa abundancia es posible forjar “relaciones virtuosas” con los socios extranjeros, así sean empresas capitalistas transnacionales ávidas de ganancias. Todo porque Bolivia tiene el depósito más grande del planeta.

La abundancia del litio en Bolivia nubla la visión y provoca que se acepten planes y proyectos poco consistentes y claros a nivel económico, tecnológico y de mercado. Lejos de pensar como alguien que calcula muy bien sus pasos porque tiene pocos recursos, la abundancia de litio en Bolivia despierta grandes proyectos y planes que no son realistas y se implementan sin realizar previamente los estudios y análisis necesarios a todos los niveles.

A lo largo de la última década, la abundancia del litio en Bolivia no le ha dado al país un rol preeminente en el litio a nivel mundial. Países con menos recursos han tenido mayor peso en la producción, comercialización y agregación de valor del litio en el planeta. En el contexto del siglo XXI, factores como los de la tecnología, infraestructura instalada, desarrollo de capacidades, acceso y presencia en los mercados y articulación con las cadenas de valor han sido mas importantes que la condición de la abundancia.

A pesar de las dificultades que se experimentan en la realidad, en el imaginario de las autoridades existe la creencia de que, por tener los recursos más grandes de litio del mundo, tarde o temprano las empresas internacionales y las cadenas de valor vinculadas al litio acabarán necesitando de Bolivia y ahí el país podrá sacar provecho si mantiene los elementos planteados por la fórmula en cuestión. En el otro extremo, está la visión de los políticos de oposición neoliberal que parten igualmente de la abundancia del litio, pero proponen dar facilidades y concesiones a la inversión extranjera para que se produzca un efecto derrame que permita a Bolivia beneficiarse de esta suerte de El Dorado Blanco. Este debate polarizado entre una visión estatista y otra neoliberal pospone la discusión necesaria sobre los problemas y dificultades de los procesos de industrialización del litio en Bolivia en el actual contexto del Siglo XXI.

Bolivia ha cuantificado los recursos del depósito más grande de litio del mundo (21 millones de toneladas de litio) pero no ha realizado los estudios para establecer que parte de ellos constituyen reservas posibles de ser explotadas económicamente de acuerdo a determinadas tecnologías. Las reservas no son lo mismo que los recursos. Las reservas son la parte de los recursos que son posibles de ser extraídas y procesadas a nivel económico y tecnológico. La paradoja es que Bolivia tiene los recursos más grandes del mundo, pero sus reservas son igual a cero porque no han sido cuantificadas.

La Memoria de YLB del 2019 reconoce que “los recursos minerales que no son reservas no tienen una viabilidad económica demostrada” y, sin embargo, da una explicación insostenible de por qué ese proceso no se ha realizado en Bolivia:

Es necesario hacer énfasis en que la minería del litio no es como la convencional del oro, la plata, el cobre, u otros elementos metálicos, en este caso la mena o veta es una salmuera, es decir líquido con litio y otros elementos de valor económico; por lo tanto, la exploración para definir las reservas es totalmente diferente, pues son necesarios enfoques mineros acompañados de conceptos hidrogeológicos, no existiendo un método determinado para este trabajo.

La explicación de YLB no tiene asidero, pues todos los países con importantes recursos de litio han realizado ya estudios de cuantificación de sus reservas.

En la actualidad los conceptos de abundancia, recursos y reservas de una materia prima se basan en parámetros de carácter económico, tecnológico y legal. Sin embargo, en el siglo XXI por las crisis crónicas a nivel ecológico y climático deben ser re-conceptualizados. La definición de recursos y reservas no debe limitarse a la valoración de categorías económicas, técnicas y legales, y debe incluir sobre todo una dimensión ambiental para preservar los ciclos vitales de los ecosistemas donde se encuentran dichas materias primas. La abundancia es finita y los límites de su extracción están determinados por la preservación de los ciclos vitales de la naturaleza a nivel local y planetario. La abundancia de un mineral no puede ser cuantificada sólo a partir de su disponibilidad material y de la demanda del mercado mundial, sino que debe incorporar una evaluación holística de su interrelación e interacción con los diferentes ecosistemas. El mito de la abundancia consiste precisamente en fragmentar la realidad para cuantificarla sin tomar en cuenta el conjunto de los componentes de la naturaleza. La abundancia de un determinado mineral varía en el tiempo. Bajo la dinámica del extractivismo capitalista toda abundancia es pasajera. La crisis ecológica del siglo XXI desnuda aún más la imposibilidad de continuar con esa dinámica en un planeta finito. Sobre esta problemática central el gobierno no ha adoptado una posición coherente con su discurso de defensa de la Madre Tierra.

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