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Se lo vio por última vez el 2 de febrero de 1972. Su madre lo observó a la distancia cuando le llevó el almuerzo a la prisión del Pari en Santa Cruz. Él le hizo unas señas sobre un mantel de rosas rojas. Ella no comprendió el mensaje. Le llamaba la atención que tuvieran puesta una chompa gruesa cuando hacía tanto calor.

Cuando volvió en la tarde, ya no estaba. Le dijeron que lo habían llevado a la Central de Policía para un nuevo interrogatorio. Lo buscó en la noche, lo buscó al día siguiente, lo buscó por 40 años.

José Carlos Trujillo Oroza tenía 22 años. Desapareció durante la dictadura militar de Banzer junto a Carlos López Adrián y Alfonso Toledo Rosales. Décadas después la prensa le preguntó a Banzer por los desaparecidos. El dictador contestó: “no eran angelitos”. La madre indignada respondió: “si mi hijo tuvo alguna responsabilidad debió haber sido juzgado, pero jamás torturado y menos hecho desaparecer junto a otros dos jóvenes”.

Gladys Oroza de Solón falleció 40 años después de la desaparición del Jó. En el año 2000 logró que la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenara al Estado de Bolivia por este hecho. Casi al final de su vida consiguió que la Corte Suprema de Justicia de Bolivia sancionara a algunos de los autores de la tortura y desaparición de su hijo. Sin embargo, su vida no le alcanzó para descubrir la verdad de lo que pasó ese 2 de febrero ni para encontrar sus restos.

Hoy se recuerdan 45 años y la búsqueda continua. #Jo45años

Mas información: https://fundacionsolon.org/jose-carlos/jo/

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