Continuando con nuestro comentario sobre la entrevista realizada por ANF, al embajador de China en Bolivia, Liang Yu, en la presente nota nos referimos a la tercera temática abordada por éste: las relaciones comerciales entre China y Bolivia. Las dos otras temáticas que comentamos son la deuda externa y las inversiones chinas, y el enfoque de la diplomacia china. Sobre el tema del comercio publicaremos más análisis en los días a venir, pero los señalamientos realizados por Yu nos sirven para presentar el panorama de esta relación.
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El primer aspecto resaltado por el embajador es que uno de los elementos que contribuiría al éxito de las relaciones Sino-Bolivia en el presente, es la complementariedad económica entre ambos países: “Bolivia tiene ricos recursos, China tiene una adaptada tecnología completa y avanzada y fondos suficientes. Así que existe un gran potencial de las cooperaciones entre ambas partes. Y, en la actualidad, China es el segundo socio más importante de Bolivia, y el primer proveedor de financiamiento de Bolivia, y uno de los países con mayor cooperación hacia Bolivia”.
La idea del desarrollo complementario, suplementada por la noción de cooperación sur-sur, ha sido ampliamente reivindicada por China como uno de los objetivos principales de su política exterior. Sin embargo, no hay que olvidar que el hecho que China se refiera a este aspecto como una suerte de casualidad afortunada que conlleva a la complementariedad es, en realidad, una consecuencia de los modelos de desarrollo diferenciados de este país y de Latinoamérica.
En el mismo periodo en que China puso en marcha las reformas que conllevaron a su desarrollo industrial y apertura controlada al mercado, Latinoamérica se sumergió en las políticas de ajuste estructural promovidas por el Consenso de Washington. Por lo tanto, el hecho que el comercio Sino-Latinoamérica consista en la exportación de manufacturas a la región y en la importación de bienes primarios, es una consecuencia directa de las políticas neoliberales, y su continuación hasta el presente.
El Consenso de Washington conllevó a la profundización de la especialización del modelo primario exportador en América Latina, y esta misma coyuntura ha resultado ventajosa para la expansión comercial de China, así como para el continuo fortalecimiento de su base productiva. Este modelo de intercambio resulta en la profundización de la dependencia de América Latina, sobre todo de las economías más pequeñas y con una base productiva menos desarrollada, como es el caso de Bolivia.
La dependencia, como ya señalaron hace décadas varios teóricos (Prebisch, Do Santos, Wallerstein, entre otros), ha sido la principal trampa para el desarrollo de la región. En este marco, la noción de desarrollo complementario, o la propuesta de “desarrollar cooperaciones amistosas con todos los países sobre la base de la igualdad y el beneficio mutuo”, entre una economía descomunal como la China y una economía limitada como la boliviana, debe ser leída sobre todo de manera crítica.
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En lo que respecta a los números del comercio Sino-Bolivia, el embajador Yu dio algunos datos en la entrevista que nos parece importante comentar: “En 2017, el comercio bilateral entre China y Bolivia alcanzó un total de 2.430 millones de dólares. China sigue siendo el segundo mayor socio comercial de Bolivia solo después de Brasil. Entre tanto, Bolivia importó de China bienes por 2.030 millones de dólares, lo cual significa que China es el mayor proveedor de Bolivia. Además, las exportaciones de Bolivia a China alcanzaron a 400 millones de dólares, eso quiere decir que China es el quinto mayor destino de exportación de Bolivia”.
Las cifras del comercio exterior Bolivia-China presentadas por el embajador son correctas. Mientras que las exportaciones de Bolivia hacia China, en 2017, representan apenas el 5% del total de las exportaciones; las importaciones de bienes chinos representan el 22% de las importaciones totales. Estas cifras dan cuenta de una relación profundamente desequilibrada: mientras que China es el principal país exportador hacia Bolivia, para ésta, Bolivia es un socio comercial marginal.
En este entendido, en términos de relaciones comerciales, Bolivia forma parte del grupo de economías pequeñas de la región (junto con Centroamérica y Paraguay), cuyas Balanzas Comerciales son negativas en su intercambio con China. En la mayoría de los casos China importa más de lo que exporta, ya que su interés principal en la región es su dotación de bienes primarios.
Esto se debe principalmente a que, en términos comparativos, la capacidad productiva de Bolivia es más reducida. Y, desde el rediseño de las capitalizaciones de las empresas como YPFB (denominado nacionalizaciones), la inversión para la ampliación de estos sectores fue limitada. Recién a partir de 2011 inicia una política más agresiva de inversiones para la explotación de recursos naturales y, justamente, a partir del mismo año China comienza a posicionarse como principal financiador de Bolivia.
Por otra parte, un aspecto a considerar es que, en Bolivia, una parte del comercio tiene lugar por vías desreguladas (contrabando). En consecuencia, una porción no menospreciable de los productos importados desde China, ingresan al país por canales que no son lo suficientemente regulados. Por lo tanto, existe una parte del intercambio entre Bolivia y China que es difícil de cuantificar.
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En lo que respecta a la composición del intercambio entre ambos países, Yu señaló: “China exporta a Bolivia principalmente equipos mecánicos, electrónicos y productos manufacturados de uso diario tales como automóviles y motocicletas. Las exportaciones de Bolivia están cada vez más diversificadas, además de los productos tradicionales como los minerales y la madera, los productos de cuero de alpaca han entrado en el mercado chino”. Esta, no obstante, es una observación más idealista que realista.
Según los datos oficiales del comercio exterior de Bolivia, los principales productos exportados por Bolivia son: hidrocarburos, minerales y manufacturas -sobre todo relacionadas con los dos primeros-. A pesar de la creciente importancia del sector manufacturero, los estudios sobre el comercio exterior realizados por el Instituto Boliviano del Comercio Exterior (IBCE), en la última década las exportaciones tradicionales (hidrocarburos y minerales) han significado en promedio el 80% de las exportaciones bolivianas.
En lo que respecta las importaciones, la relación de dependencia que sugieren las exportaciones, por la especialización del país en la producción de bienes primarios, se observa en la predominancia de importaciones de insumos para la producción y bienes de capital. Siguiendo la clasificación de grandes categorías económicas (GCE), los principales grupos de mercancías que importa Bolivia son: suministros industriales, sobre todo suministros elaborados; bienes de capital, piezas y accesorios; vehículos y accesorios de transporte; combustibles, sobre todo elaborados; y artículos de consumo.
En cuanto al comercio entre China y Bolivia específicamente, de acuerdo con el IBCE, entre los años 2012 y 2016, las exportaciones de Bolivia hacia China comprendieron principalmente: mineral de plata y sus concentrados; estaño bruto sin alear; mineral de zinc y sus concentrados; mineral de plomo y sus concentrados; mineral de oro y sus concentrados; y madera aserrada. Mientras que las importaciones desde China son mucho más diversas y cuantitativamente superiores, y comprenden bienes de consumo, vehículos, aparatos electrónicos, insumos para la agricultura, insumos para la construcción e insumos para las actividades de explotación de recursos naturales, entre varios otros.
Adicionalmente, Yu señaló que, a pesar del claro desequilibrio comercial entre ambos países, “China nunca busca el superávit comercial”. En este marco, China estaría dispuesta a promover la diversificación y ampliación de las exportaciones de Bolivia, no sólo a partir de invitar a empresarios a promover sus productos en este país, sino también por el hecho del considerable tamaño del mercado chino. “China, con una población de casi 1.400 millones, tiene el mayor mercado de consumo en el mundo. Damos la bienvenida a la entrada de más alimentos orgánicos y ecológicos bolivianos a China, para que el pueblo chino tenga opciones de alimentos saludables y asequibles”.
Por un lado, esta propuesta sugiere la consolidación de la relación de dependencia en la que ya se encuentra Bolivia, con relación a China. No sólo por la cuestión comercial, sino también en lo que respecta al financiamiento externo, que analizamos en una nota anterior. Por otra parte, existe una contradicción intrínseca, desde cualquier perspectiva, a la idea de combinar la exportación a gran escala de alimentos, para dotar al mercado chino, y la producción orgánica de los mismos.
El caso de la quinua es un buen ejemplo de esta contradicción, pues la exigencia cada vez mayor de exportar este alimento conllevó a distorsiones en las lógicas de su producción. De otra parte, la disposición de China de importar mayores volúmenes de soya boliviana también ejemplifica esta contradicción. Esto significaría mayor deforestación en favor del agronegocio y la ampliación de un modelo de negocio devastador.
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A modo de concluir el presente comentario retomamos algunas de las conclusiones de nuestro artículo sobre China en el mundo. En primera instancia, detrás de la referencia a principios de cooperación, desarrollo complementario y oposición al hegemonismo, con los que se caracteriza a la diplomacia china, se halla una política exterior bastante pragmática/realista. Esto no debe sugerir una política exterior propiamente hegemonista, sino que simplemente China ha sabido leer la dinámica geopolítica global y utilizarla a su favor.
Desde que este país puso en marcha las reformas a su economía comprendió que, para competir en un mundo multipolar y salir de la condición de periferia, debía fortalecer su base productiva. En contrapartida, los países de Latinoamérica, desde el Consenso de Washington, profundizaron su especialización como exportadores de bienes primarios, dinámica que no cambió con el advenimiento de los gobiernos progresistas.
En suma, en su relación con Latinoamérica, China no ha hecho más que aprovechar la división global del trabajo, cuya consolidación fue promovida por occidente, y aceptada por las economías periféricas, en el marco del giro hacia el neoliberalismo. En contrapartida, el hecho que Bolivia siga sumida en relaciones comerciales de dependencia, como un país especializado en la provisión de bienes primarios, devela una continuidad perjudicial de las políticas promovidas por el neoliberalismo, en lo que al comercio exterior respecta. Y, a diferencia de lo que el embajador chino plantea, la prosecución de las relaciones con China en los términos actuales, no derivará en un escenario beneficioso para Bolivia, sino todo lo contrario. Mayor dependencia y postergación del desarrollo.
Juan Pablo Neri Pereyra
Continuando con nuestro comentario sobre la entrevista realizada por ANF, al embajador de China en Bolivia, Liang Yu, en la presente nota nos referimos a la tercera temática abordada por éste: las relaciones comerciales entre China y Bolivia. Las dos otras temáticas que comentamos son la deuda externa y las inversiones chinas, y el enfoque de la diplomacia china. Sobre el tema del comercio publicaremos más análisis en los días a venir, pero los señalamientos realizados por Yu nos sirven para presentar el panorama de esta relación.
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El primer aspecto resaltado por el embajador es que uno de los elementos que contribuiría al éxito de las relaciones Sino-Bolivia en el presente, es la complementariedad económica entre ambos países: “Bolivia tiene ricos recursos, China tiene una adaptada tecnología completa y avanzada y fondos suficientes. Así que existe un gran potencial de las cooperaciones entre ambas partes. Y, en la actualidad, China es el segundo socio más importante de Bolivia, y el primer proveedor de financiamiento de Bolivia, y uno de los países con mayor cooperación hacia Bolivia”.
La idea del desarrollo complementario, suplementada por la noción de cooperación sur-sur, ha sido ampliamente reivindicada por China como uno de los objetivos principales de su política exterior. Sin embargo, no hay que olvidar que el hecho que China se refiera a este aspecto como una suerte de casualidad afortunada que conlleva a la complementariedad es, en realidad, una consecuencia de los modelos de desarrollo diferenciados de este país y de Latinoamérica.
En el mismo periodo en que China puso en marcha las reformas que conllevaron a su desarrollo industrial y apertura controlada al mercado, Latinoamérica se sumergió en las políticas de ajuste estructural promovidas por el Consenso de Washington. Por lo tanto, el hecho que el comercio Sino-Latinoamérica consista en la exportación de manufacturas a la región y en la importación de bienes primarios, es una consecuencia directa de las políticas neoliberales, y su continuación hasta el presente.
El Consenso de Washington conllevó a la profundización de la especialización del modelo primario exportador en América Latina, y esta misma coyuntura ha resultado ventajosa para la expansión comercial de China, así como para el continuo fortalecimiento de su base productiva. Este modelo de intercambio resulta en la profundización de la dependencia de América Latina, sobre todo de las economías más pequeñas y con una base productiva menos desarrollada, como es el caso de Bolivia.
La dependencia, como ya señalaron hace décadas varios teóricos (Prebisch, Do Santos, Wallerstein, entre otros), ha sido la principal trampa para el desarrollo de la región. En este marco, la noción de desarrollo complementario, o la propuesta de “desarrollar cooperaciones amistosas con todos los países sobre la base de la igualdad y el beneficio mutuo”, entre una economía descomunal como la China y una economía limitada como la boliviana, debe ser leída sobre todo de manera crítica.
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En lo que respecta a los números del comercio Sino-Bolivia, el embajador Yu dio algunos datos en la entrevista que nos parece importante comentar: “En 2017, el comercio bilateral entre China y Bolivia alcanzó un total de 2.430 millones de dólares. China sigue siendo el segundo mayor socio comercial de Bolivia solo después de Brasil. Entre tanto, Bolivia importó de China bienes por 2.030 millones de dólares, lo cual significa que China es el mayor proveedor de Bolivia. Además, las exportaciones de Bolivia a China alcanzaron a 400 millones de dólares, eso quiere decir que China es el quinto mayor destino de exportación de Bolivia”.
Las cifras del comercio exterior Bolivia-China presentadas por el embajador son correctas. Mientras que las exportaciones de Bolivia hacia China, en 2017, representan apenas el 5% del total de las exportaciones; las importaciones de bienes chinos representan el 22% de las importaciones totales. Estas cifras dan cuenta de una relación profundamente desequilibrada: mientras que China es el principal país exportador hacia Bolivia, para ésta, Bolivia es un socio comercial marginal.
En este entendido, en términos de relaciones comerciales, Bolivia forma parte del grupo de economías pequeñas de la región (junto con Centroamérica y Paraguay), cuyas Balanzas Comerciales son negativas en su intercambio con China. En la mayoría de los casos China importa más de lo que exporta, ya que su interés principal en la región es su dotación de bienes primarios.
Esto se debe principalmente a que, en términos comparativos, la capacidad productiva de Bolivia es más reducida. Y, desde el rediseño de las capitalizaciones de las empresas como YPFB (denominado nacionalizaciones), la inversión para la ampliación de estos sectores fue limitada. Recién a partir de 2011 inicia una política más agresiva de inversiones para la explotación de recursos naturales y, justamente, a partir del mismo año China comienza a posicionarse como principal financiador de Bolivia.
Por otra parte, un aspecto a considerar es que, en Bolivia, una parte del comercio tiene lugar por vías desreguladas (contrabando). En consecuencia, una porción no menospreciable de los productos importados desde China, ingresan al país por canales que no son lo suficientemente regulados. Por lo tanto, existe una parte del intercambio entre Bolivia y China que es difícil de cuantificar.
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En lo que respecta a la composición del intercambio entre ambos países, Yu señaló: “China exporta a Bolivia principalmente equipos mecánicos, electrónicos y productos manufacturados de uso diario tales como automóviles y motocicletas. Las exportaciones de Bolivia están cada vez más diversificadas, además de los productos tradicionales como los minerales y la madera, los productos de cuero de alpaca han entrado en el mercado chino”. Esta, no obstante, es una observación más idealista que realista.
Según los datos oficiales del comercio exterior de Bolivia, los principales productos exportados por Bolivia son: hidrocarburos, minerales y manufacturas -sobre todo relacionadas con los dos primeros-. A pesar de la creciente importancia del sector manufacturero, los estudios sobre el comercio exterior realizados por el Instituto Boliviano del Comercio Exterior (IBCE), en la última década las exportaciones tradicionales (hidrocarburos y minerales) han significado en promedio el 80% de las exportaciones bolivianas.
En lo que respecta las importaciones, la relación de dependencia que sugieren las exportaciones, por la especialización del país en la producción de bienes primarios, se observa en la predominancia de importaciones de insumos para la producción y bienes de capital. Siguiendo la clasificación de grandes categorías económicas (GCE), los principales grupos de mercancías que importa Bolivia son: suministros industriales, sobre todo suministros elaborados; bienes de capital, piezas y accesorios; vehículos y accesorios de transporte; combustibles, sobre todo elaborados; y artículos de consumo.
En cuanto al comercio entre China y Bolivia específicamente, de acuerdo con el IBCE, entre los años 2012 y 2016, las exportaciones de Bolivia hacia China comprendieron principalmente: mineral de plata y sus concentrados; estaño bruto sin alear; mineral de zinc y sus concentrados; mineral de plomo y sus concentrados; mineral de oro y sus concentrados; y madera aserrada. Mientras que las importaciones desde China son mucho más diversas y cuantitativamente superiores, y comprenden bienes de consumo, vehículos, aparatos electrónicos, insumos para la agricultura, insumos para la construcción e insumos para las actividades de explotación de recursos naturales, entre varios otros.
Adicionalmente, Yu señaló que, a pesar del claro desequilibrio comercial entre ambos países, “China nunca busca el superávit comercial”. En este marco, China estaría dispuesta a promover la diversificación y ampliación de las exportaciones de Bolivia, no sólo a partir de invitar a empresarios a promover sus productos en este país, sino también por el hecho del considerable tamaño del mercado chino. “China, con una población de casi 1.400 millones, tiene el mayor mercado de consumo en el mundo. Damos la bienvenida a la entrada de más alimentos orgánicos y ecológicos bolivianos a China, para que el pueblo chino tenga opciones de alimentos saludables y asequibles”.
Por un lado, esta propuesta sugiere la consolidación de la relación de dependencia en la que ya se encuentra Bolivia, con relación a China. No sólo por la cuestión comercial, sino también en lo que respecta al financiamiento externo, que analizamos en una nota anterior. Por otra parte, existe una contradicción intrínseca, desde cualquier perspectiva, a la idea de combinar la exportación a gran escala de alimentos, para dotar al mercado chino, y la producción orgánica de los mismos.
El caso de la quinua es un buen ejemplo de esta contradicción, pues la exigencia cada vez mayor de exportar este alimento conllevó a distorsiones en las lógicas de su producción. De otra parte, la disposición de China de importar mayores volúmenes de soya boliviana también ejemplifica esta contradicción. Esto significaría mayor deforestación en favor del agronegocio y la ampliación de un modelo de negocio devastador.
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A modo de concluir el presente comentario retomamos algunas de las conclusiones de nuestro artículo sobre China en el mundo. En primera instancia, detrás de la referencia a principios de cooperación, desarrollo complementario y oposición al hegemonismo, con los que se caracteriza a la diplomacia china, se halla una política exterior bastante pragmática/realista. Esto no debe sugerir una política exterior propiamente hegemonista, sino que simplemente China ha sabido leer la dinámica geopolítica global y utilizarla a su favor.
Desde que este país puso en marcha las reformas a su economía comprendió que, para competir en un mundo multipolar y salir de la condición de periferia, debía fortalecer su base productiva. En contrapartida, los países de Latinoamérica, desde el Consenso de Washington, profundizaron su especialización como exportadores de bienes primarios, dinámica que no cambió con el advenimiento de los gobiernos progresistas.
En suma, en su relación con Latinoamérica, China no ha hecho más que aprovechar la división global del trabajo, cuya consolidación fue promovida por occidente, y aceptada por las economías periféricas, en el marco del giro hacia el neoliberalismo. En contrapartida, el hecho que Bolivia siga sumida en relaciones comerciales de dependencia, como un país especializado en la provisión de bienes primarios, devela una continuidad perjudicial de las políticas promovidas por el neoliberalismo, en lo que al comercio exterior respecta. Y, a diferencia de lo que el embajador chino plantea, la prosecución de las relaciones con China en los términos actuales, no derivará en un escenario beneficioso para Bolivia, sino todo lo contrario. Mayor dependencia y postergación del desarrollo.
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