Las reformas de los años 80, en los términos descritos, conllevaron a una progresiva apertura comercial hacia todas las regiones geoeconómicas del mundo, con la finalidad de acceder a recursos naturales y productos agrícolas, necesarios para el empuje de su aparato productivo y el sostenimiento de su mano de obra. Para ello se apartó de sus aliados comerciales tradicionales (Corea del Norte, los países comunistas del sudeste de Asia y Cuba, por nombrar algunos), y comenzó a promover sus relaciones con todo el mundo, libre de valoraciones político-ideológicas. De esta manera, China inicia el siglo XXI expandiendo sus relaciones comerciales en todo el mundo y, más adelante, amplía su influencia al ámbito de las inversiones en el extranjero, compitiendo directa e intencionalmente con Taiwán.
Comercio
En términos cuantitativos, a partir de inicios del siglo XXI, la presencia comercial de China en el mundo comienza a desplegarse de manera sostenida. De acuerdo con datos del portal web researchtrade.earth, en 2000, el volumen total del comercio de China con el mundo (exportaciones e importaciones) era de 103.500 millones de dólares, siendo sus principales socios Japón, Hong Kong, Corea del Sur y Estados Unidos. En cinco años el volumen total de los intercambios de China con el Mundo tuvo un crecimiento del 168,4%, pasando a 277.800 millones de dólares; en 2010, este volumen alcanzó los 641.000 millones de dólares; y en 2015 llegó a 769.000 millones.
Ahora bien, un aspecto interesante a señalar es que, en todo el periodo señalado, si bien los volúmenes totales del intercambio crecieron estrepitosamente, China mantuvo una balanza comercial (exportaciones – importaciones) negativa. Este no es un dato contradictorio y se explica, por un lado, por el inmenso mercado para bienes de producción que representa China en el presente y, por el otro, por el inmenso mercado para bienes de consumo. De hecho, ya en el siglo XIX, luego de la Guerra del Opio, el plenipotenciario británico en China señalo que “El potencial de China para el comercio era tan grande que «todas las fábricas de Lancashire no podían hacer que las existencias fueran suficientes para una de sus provincias»” (Keller, Li y Shiue, 2011: 853).
En efecto, no sólo en términos del tamaño de su base productiva, en expansión, sino también en el tamaño de su población urbana, China es uno de los mayores mercados del mundo. Y, todas las importaciones se traducen en consumo interno y en reexportaciones: ya sea porque se trata de materias primas o porque se trata de bienes que, en última instancia, contribuyen a la reproducción de la mano de obra. Ello explica que las principales mercancías importadas por China sean Metales y Minerales, por un lado, y productos agrícolas por el otro. Gran parte de la producción China es consumida internamente, además su segundo principal socio comercial, en lo que respecta exportaciones y reexportaciones es Hong Kong. Por ello, la balanza comercial negativa de China no significa no sea competitiva.
Así, por ejemplo, los metales y minerales son el grupo principal de mercancías importadas por China, con un promedio de 337.500 millones de dólares, entre 2010 y 2016. En este caso, sus principales socios comerciales son Australia y Brasil, como proveedores de acero y hierro; Hong Kong como proveedor de metales preciosos (oro notablemente); y Chile como proveedor de Cobre. De hecho, además del acero y derivados de hierro, el cobre es el segundo metal más importado por China. Siendo, en este caso, sus dos principales proveedores Perú (61% de sus exportaciones de cobre van a China) y Chile (49% de sus exportaciones).
La segunda gran categoría de productos importados por China son los combustibles fósiles, con un promedio de 293.000 millones de dólares entre 2010 y 2016. En este caso, los principales proveedores son Arabia Saudita, Angola, Irán y Rusia. Por otra parte, entre 2010 y 2016, China importó un promedio de 39.033 millones de dólares en Soya (de los cuáles 33.300 millones en granos), siendo sus principales proveedores Brasil, Estados Unidos y Argentina. El grueso de la soya importada, además de utilizarse en la fabricación de biocombustibles, sirve para alimentar las granjas de animales (cerdos y pollos principalmente), fundamentales para la dotación de alimentos en megalópolis como Beijing.
Consecuentemente, desde inicios del siglo XXI, el comercio de China con todas las regiones del mundo se expandió de manera exponencial. Por ejemplo, para el caso de Norte América, las exportaciones pasaron de 3.700 millones de dólares en 2000, a 17.000 millones en 2015. Las importaciones con la misma región crecieron, de 6.500 millones en 2000, a 58.400 millones en 2015. Para el caso de Europa, las exportaciones crecieron de 4,800 millones en 2000, a 21,.600 millones en 2015. Las importaciones desde Europa crecieron de 4.700 millones en 2000, a 50.300 millones en 2015. Y, para el caso de Sudamérica, las exportaciones pasaron de 240 millones en 2000, a 6.500 millones en 2015, con una tendencia a la baja desde 2014. Las importaciones desde Sudamérica pasaron de 4.000 millones en 2000, a 82.200 millones en 2015. En todos los casos, China importa más de lo que exporta, lo cual, no obstante, no significa un factor negativo para su crecimiento interno.
Gráfico 1. Evolución del comercio exterior de China entre 2000 y 2015

Otro factor que incide en la competitividad de China en el mercado mundial es lo que en la jerga económica se conoce como “competencia desleal”, que no sólo tiene que ver con los subsidios a la producción e inversión (dumping), sino también con la distorsión de los costos de los factores de producción (Huang, 2010). Como señala el autor, si bien el 95% de los precios de los bienes de consumo son determinados en el mercado, los costos de los factores de producción (mano de obra, capital y tierra) son distorsionados internamente. De esta manera, existe un aumento artificial de los beneficios de la producción, así como del rendimiento de las inversiones y, por lo tanto, mejora artificialmente la competitividad de China en el mercado mundial (Huang, 2010: 67-68). Esto se traduce en precios competitivos de los bienes chinos, en el mercado externo, en detrimento de la producción de otras economías emergentes.
Es por ello que la expansión comercial de china, en la forma en cómo se ha llevado a cabo, ha afectado, lógicamente a las economías y la competitividad de otras regiones. Por ejemplo, en el caso de Latinoamérica, entre la segunda mitad de los años 70 y el primer quinquenio del siglo XXI, el comercio con China se expandió exponencialmente. Primero a partir de importaciones de materia prima, que permitieron el desarrollo de la base productiva de China y, posteriormente, la consolidación de la exportación especializada de bienes manufacturados. La expansión de las importaciones de materias primas conllevó a un ascenso en sus precios, significando una ventaja comparativa para los países de la región que se especializaron en este sector, desde el Consenso de Washington. Mientras que los países que ya tenían una base productiva desarrollada, se vieron afectados rápidamente por la competitividad de los productos chinos. Sobre este tema retomamos en el siguiente capítulo.
Inversiones en el extranjero
Otro aspecto que caracteriza la expansión china, sobre todo observable en su relación con economías en desarrollo de países pequeños, aunque también con países desarrollados, es la promoción de inversiones extranjeras que favorezcan directamente a sus objetivos comerciales y de desarrollo interno.
En la última década China expandió de manera considerable sus flujos de capital financiero (créditos), así como de inversiones directas y de mano de obra hacia el extranjero. En, octubre de 2017, el portal AidData de la universidad William & Mary, publicó los datos de un rastreo del universo conocido de las finanzas oficiales chinas en el extranjero entre 2000-2014, en el que se incluyen prestamos, donaciones, ayuda técnica, becas para estudiantes extranjeros, inversiones de cooperación para el desarrollo, entre varios otros ítems. Según los datos de esta publicación, el volumen total de los flujos nombrados pasó de 4.451 millones de dólares en 2000, a 10.002 millones en 2005, y a 137.461 millones en 2014. Esta evolución se observa en el gráfico siguiente:
Gráfico 2. Evolución de las finanzas chinas en el extranjero 2000-2014, en millones de USD
Fuente: AidData
Elaboración: Fundación Solón
A partir de la misma publicación es posible dar cuenta que los principales flujos financieros entre 2000 y 2014 fueron sobre todo préstamos y créditos de distinta índole. El volumen total aproximado de este tipo de transacciones, en el periodo señalado fue de 644.856 millones de dólares[1]. La mayor parte de estos financiamientos estuvieron destinados a la construcción de infraestructura para favorecer la explotación y movilización de recursos naturales; proyectos de desarrollo agrícola; seguridad y defensa, entre otros. La principal institución financiera en otorgar estos financiamientos es el banco estatal EXIM BANK. Además, una buena parte de los créditos otorgados por China, según estos informes, son créditos de exportación.
Es decir, China negocia créditos atados a contratos favorables para la importación de bienes primarios, que luego le son suministrados en los términos y condiciones de los créditos otorgados. Elaboramos un comentario con mayor profundidad al respecto en el siguiente capítulo, donde exponemos la expansión de China en Latinoamérica.
[1] Ahora bien, es necesario considerar que los montos señalados en este informe corresponden con los montos contratados, sin considerar los pagos de servicios. Por lo tanto, el informe de AidData permite conocer únicamente los volúmenes de las finanzas de China con el mundo.
Pingback: Índice: Nuevas Relaciones de Dependencia