Comercio Economía

1.5. Armonía social y cooperación: Cómo China justifica su expansión

El desarrollo de China, así como su expansión en el mundo, son procesos hegemónicos. Esta afirmación conlleva a la necesidad de comprender la noción de hegemonía, pues no se refiere únicamente a dominación impuesta. En el sentido gramsciano, hegemonía supone también la construcción de consenso, es decir que, para que exista hegemonía, el proceso de dominación no puede consistir únicamente en el ejercicio impositivo y represivo del poder, sino también y sobre todo en la aceptación por los sujetos del orden dominante. Al ser la construcción de consensos una empresa siempre inconclusa por las propias contradicciones de la realidad, algunos autores proponen hablar de procesos hegemónicos.

En el caso de China, el desarrollo económico interno con cara al siglo XXI supuso también un cambio en el discurso dominante. El cambio más importante fue el abandono del discurso comunista, para retomar el principio confucionista de la “armonía social”. Este principio se refiere a que cada sujeto y grupo debe ocupar el lugar que le corresponde, sin cuestionarlo, para así lograr construir una sociedad armoniosa. La misma lógica de armonía social interna fue utilizada en Europa, en la primera mitad del siglo XX, por los fascismos corporativos. En el caso de China, este principio confucionista es el nuevo discurso dominante utilizado por el gobierno para dotar de sentido al capitalismo de Estado y las políticas apertura.

De la misma manera, la apertura de China hacia el mundo y su expansión comercial supusieron cambios en el contenido discursivo de su diplomacia. Desde finales del siglo XX, otro aspecto que ha caracterizado la transformación económica de China ha sido el desarrollo de una diplomacia enfocada en la economía, como complemento de las reformas internas. Como lo señala el propio Consejo de Estado de la República Popular de China, en su White Paper sobre Comercio Exterior del año 2011, el intercambio comercial fue un aspecto fundamental para “acelerar la modernización, sacudir el atraso, promover el crecimiento de la economía y mejorar la fuerza nacional integral”.

La consecución de los objetivos de desarrollo interno y de crecimiento económico, en el fondo bastante pragmáticos/realistas, fue posible gracias a una diplomacia fundada en una retórica bastante idealista. El White Paper del Consejo de Estado chino, sobre el Desarrollo Pacífico (2011), señala que China “declaró al resto del mundo, en muchas ocasiones, que toma un camino de desarrollo pacífico y está comprometida con la defensa de la paz mundial y la promoción del desarrollo y la prosperidad comunes para todos los países”. En el mismo documento, China plantea otros objetivos como la modernización, y su fortalecimiento interno para la contribución del “progreso de la civilización humana”.

Estos elementos hacen eco con el principio confucionista de la “armonía social”, que en el presente rige la política interna China , pero que también es invocado por organismos como el EXIM BANK de China, para referirse a la cooperación internacional: “China EximBank, aprovechando al máximo sus propias ventajas, ha trabajado activamente para promover los intercambios internacionales y la cooperación, ampliar y profundizar la cooperación comercial con otros países y apoyar la estrategia de ganar-ganar de la apertura, contribuyendo a los esfuerzos de promover el desarrollo común, el crecimiento y la construcción de un mundo armonioso”.

De hecho, una característica de la narrativa que emplea China en el presente, para justificar tanto el carácter exponencial de su desarrollo interno, como su expansión económica a lo largo del globo, es la referencia a su pasado pre-revolucionario. Como lo expresa el mismo White Paper de 2011 sobre el Desarrollo Pacífico: “Durante los últimos 5.000 años, las personas de todos los grupos étnicos en China, con diligencia y sabiduría, han creado una espléndida civilización y construido un país multiétnico unificado. La civilización china tiene la característica única de ser duradera, inclusiva y abierta”.

El uso de todas estas referencias no es casual, y cumple una función ideológica bastante concreta. La alusión de China al principio confucionista de la armonía social ha servido para explicar y justificar, en el presente, las dinámicas desiguales del capitalismo de Estado. De la misma manera, la referencia a la grandeza histórica de esta civilización oriental, cuyo apogeo fue muy anterior al encumbramiento de occidente, sirve en el presente para legitimar la expansión de China, como una continuidad histórica. Esta referencia al pasado imperial es utilizada también con fines geopolíticos en la región asiática.

Por ello, aunque aparentemente no exista un objetivo geopolítico claro, se puede señalar que el propósito de China es posicionarse, como un centro civilizacional y económico en un mundo multipolar. El desafío, por lo tanto, en el análisis de la expansión de China, es desmitificar estas referencias discursivas y dar cuenta de las relaciones desiguales que encubren sobre las que se funda el desarrollo de China y su expansión global.

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