Por Pablo Solón
El Ministerio de Medio Ambiente y Agua (MMAyA) de Bolivia ha presentado un proyecto de “Ley Marco de Bioseguridad con Organismos Genéticamente Modificados” que tiene por objetivo regular el ingreso de nuevos OGM[1], en especial semillas transgénicas, “para realizar actividades destinadas a la seguridad con soberanía alimentaria” (Art. 14).
La afirmación del MMAyA contenida en el proyecto de ley es inadmisible. La soberanía alimentaria es incompatible con los transgénicos.
La soberanía alimentaria va más allá del concepto de seguridad alimentaria[2]. Para la seguridad alimentaria lo primordial es garantizar el acceso a alimentos, sin importar de dónde provengan o cómo se producen[3]. En cambio “La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica, y su derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo” (Declaración de Nyéléni, 2007).
Cómo lo señala una publicación de la FAO “El concepto de seguridad alimentaria, adoptado por los Estados Miembros de la FAO, es, si se quiere, un concepto neutro en términos de correlación de fuerzas. No prejuzga sobre la concentración de poder económico en los distintos eslabones de la cadena alimentaria ni en el comercio internacional de alimentos ni en la propiedad de medios de producción clave, como la tierra o, más contemporáneamente, el acceso a la información. En tanto, el concepto de soberanía alimentaria parte justamente de constatar la asimetría del poder en los distintos mercados y espacios de poder involucrados, así como en los ámbitos de las negociaciones comerciales multilaterales. Apela, entonces, al papel equilibrador que puede jugar un Estado democrático, y concibe que los alimentos son más que mercancías”[4].
Para la soberanía alimentaria el cómo y quién produce los alimentos es un tema central. La soberanía alimentaria no se limita a buscar una mayor producción de alimentos “made in Bolivia”, sino que plantea que estos no estén controlados por las grandes multinacionales de la alimentación que buscan dominar los mercados, las redes de distribución, la provisión de insumos, semillas transgénicas, agroquímicos, maquinarías, capital, tierra, agua e información para la producción de alimentos.
La soberanía alimentaria es contraria a las semillas transgénicas, no sólo por sus posibles impactos a la salud y al medio ambiente, sino porque estas semillas genéticamente modificadas son propiedad de un puñado de transnacionales que las usan para vender sus agrotóxicos y controlar los diferentes eslabones de la cadena de producción de alimentos.
La soberanía alimentaria busca crear sistemas alimentarios alternativos a nivel local, regional y mundial frente al modelo de alimentación corporativo transnacional. La soberanía alimentaria persigue generar procesos autónomos y soberanos frente a la expansión de las corporaciones de la alimentación.
Es un contrasentido absoluto hablar de soberanía alimentaria y al mismo tiempo promover el ingreso de semillas genéticamente modificadas cuya propiedad intelectual está en poder de grandes corporaciones. La introducción de semillas patentadas provoca la desaparición de las semillas criollas y ahonda las relaciones de dependencia de los pequeños productores, de los consumidores y del país en su conjunto.
El concepto de soberanía alimentaria fue propuesto en 1996, en el marco de la Cumbre Mundial de la Alimentación, por la Vía Campesina, red de la cual forman parte la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias de Bolivia-Bartolina Sisa (CNMCIOB-BS) y la Confederación Sindical de Comunidades Interculturales de Bolivia (CSCIOB).
El 2014 la Vía Campesina -que está presente en 73 países de África, Asia, Europa y América, y representa a unos 200 millones de agricultores- le hizo llegar al Papa Francisco un documento que dice de manera categórica “Los cultivos transgénicos, más que una tecnología agrícola, son un instrumento corporativo de control de la agricultura”. En ese texto destacan que “Nunca en la historia de la agricultura y la alimentación ha habido una concentración tan grande de las semillas, llave de toda la red alimentaria, en tan pocas corporaciones”[5].
Uno de los puntales de la soberanía alimentaria es la agroecología que es absolutamente contraria a los transgénicos. Para la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) y La Vía Campesina: “Identificamos la agroecología como patrimonio de los pueblos rurales y ancestrales, puesta al servicio de la humanidad, es un modo de ser, de vivir y de producir, tiene bases biológicas y sociales, con una fuerte relación con la naturaleza, con enfoque de género, con elevada diversificación, reciclaje de productos e insumos, gran autonomía a partir del autoabastecimiento y el abastecimiento local y regional de alimentos saludables”[6].
Este año se prevé la realización de la Cumbre de Sistemas Alimentarios en el marco de las Naciones Unidas. ¿Cuál será la posición que llevará Bolivia a esta cumbre si se aprueba esta Ley Marco de Bioseguridad con Organismos Genéticamente Modificados? ¿Acaso planteará qué es posible avanzar de la mano de los transgénicos para llegar a la soberanía alimentaria?
[1] En Bolivia sólo está autorizado legalmente un solo evento transgénico de soya (40-3-2).
[2] León Vega, Xavier (2014). “Transgénicos, agroindustria y soberanía alimentaria”. Letras Verdes. Revista Latinoamericana de Estudios Socioambientales Nº 16, pp. 35.
[3] Rosset, Peter (2008). “Food Sovereignty and the Contemporary Food Crisis”. Development, No.51, pp. 460-463.
[4] Gordillo, Gustavo, et al. (2013). “Seguridad y Soberanía Alimentaria”, pp. vi.
[5] Vía Campesina (2014). “Porqué los cultivos transgénicos son una amenaza a los campesinos, la soberanía alimentaria, la salud y la biodiversidad en el planeta”.
[6] https://viacampesina.org/es/la-agroecologia-puntal-de-la-soberania-alimentaria/
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Por Pablo Solón
El Ministerio de Medio Ambiente y Agua (MMAyA) de Bolivia ha presentado un proyecto de “Ley Marco de Bioseguridad con Organismos Genéticamente Modificados” que tiene por objetivo regular el ingreso de nuevos OGM[1], en especial semillas transgénicas, “para realizar actividades destinadas a la seguridad con soberanía alimentaria” (Art. 14).
La afirmación del MMAyA contenida en el proyecto de ley es inadmisible. La soberanía alimentaria es incompatible con los transgénicos.
La soberanía alimentaria va más allá del concepto de seguridad alimentaria[2]. Para la seguridad alimentaria lo primordial es garantizar el acceso a alimentos, sin importar de dónde provengan o cómo se producen[3]. En cambio “La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica, y su derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo” (Declaración de Nyéléni, 2007).
Cómo lo señala una publicación de la FAO “El concepto de seguridad alimentaria, adoptado por los Estados Miembros de la FAO, es, si se quiere, un concepto neutro en términos de correlación de fuerzas. No prejuzga sobre la concentración de poder económico en los distintos eslabones de la cadena alimentaria ni en el comercio internacional de alimentos ni en la propiedad de medios de producción clave, como la tierra o, más contemporáneamente, el acceso a la información. En tanto, el concepto de soberanía alimentaria parte justamente de constatar la asimetría del poder en los distintos mercados y espacios de poder involucrados, así como en los ámbitos de las negociaciones comerciales multilaterales. Apela, entonces, al papel equilibrador que puede jugar un Estado democrático, y concibe que los alimentos son más que mercancías”[4].
Para la soberanía alimentaria el cómo y quién produce los alimentos es un tema central. La soberanía alimentaria no se limita a buscar una mayor producción de alimentos “made in Bolivia”, sino que plantea que estos no estén controlados por las grandes multinacionales de la alimentación que buscan dominar los mercados, las redes de distribución, la provisión de insumos, semillas transgénicas, agroquímicos, maquinarías, capital, tierra, agua e información para la producción de alimentos.
La soberanía alimentaria es contraria a las semillas transgénicas, no sólo por sus posibles impactos a la salud y al medio ambiente, sino porque estas semillas genéticamente modificadas son propiedad de un puñado de transnacionales que las usan para vender sus agrotóxicos y controlar los diferentes eslabones de la cadena de producción de alimentos.
La soberanía alimentaria busca crear sistemas alimentarios alternativos a nivel local, regional y mundial frente al modelo de alimentación corporativo transnacional. La soberanía alimentaria persigue generar procesos autónomos y soberanos frente a la expansión de las corporaciones de la alimentación.
Es un contrasentido absoluto hablar de soberanía alimentaria y al mismo tiempo promover el ingreso de semillas genéticamente modificadas cuya propiedad intelectual está en poder de grandes corporaciones. La introducción de semillas patentadas provoca la desaparición de las semillas criollas y ahonda las relaciones de dependencia de los pequeños productores, de los consumidores y del país en su conjunto.
El concepto de soberanía alimentaria fue propuesto en 1996, en el marco de la Cumbre Mundial de la Alimentación, por la Vía Campesina, red de la cual forman parte la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias de Bolivia-Bartolina Sisa (CNMCIOB-BS) y la Confederación Sindical de Comunidades Interculturales de Bolivia (CSCIOB).
El 2014 la Vía Campesina -que está presente en 73 países de África, Asia, Europa y América, y representa a unos 200 millones de agricultores- le hizo llegar al Papa Francisco un documento que dice de manera categórica “Los cultivos transgénicos, más que una tecnología agrícola, son un instrumento corporativo de control de la agricultura”. En ese texto destacan que “Nunca en la historia de la agricultura y la alimentación ha habido una concentración tan grande de las semillas, llave de toda la red alimentaria, en tan pocas corporaciones”[5].
Uno de los puntales de la soberanía alimentaria es la agroecología que es absolutamente contraria a los transgénicos. Para la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) y La Vía Campesina: “Identificamos la agroecología como patrimonio de los pueblos rurales y ancestrales, puesta al servicio de la humanidad, es un modo de ser, de vivir y de producir, tiene bases biológicas y sociales, con una fuerte relación con la naturaleza, con enfoque de género, con elevada diversificación, reciclaje de productos e insumos, gran autonomía a partir del autoabastecimiento y el abastecimiento local y regional de alimentos saludables”[6].
Este año se prevé la realización de la Cumbre de Sistemas Alimentarios en el marco de las Naciones Unidas. ¿Cuál será la posición que llevará Bolivia a esta cumbre si se aprueba esta Ley Marco de Bioseguridad con Organismos Genéticamente Modificados? ¿Acaso planteará qué es posible avanzar de la mano de los transgénicos para llegar a la soberanía alimentaria?
[1] En Bolivia sólo está autorizado legalmente un solo evento transgénico de soya (40-3-2).
[2] León Vega, Xavier (2014). “Transgénicos, agroindustria y soberanía alimentaria”. Letras Verdes. Revista Latinoamericana de Estudios Socioambientales Nº 16, pp. 35.
[3] Rosset, Peter (2008). “Food Sovereignty and the Contemporary Food Crisis”. Development, No.51, pp. 460-463.
[4] Gordillo, Gustavo, et al. (2013). “Seguridad y Soberanía Alimentaria”, pp. vi.
[5] Vía Campesina (2014). “Porqué los cultivos transgénicos son una amenaza a los campesinos, la soberanía alimentaria, la salud y la biodiversidad en el planeta”.
[6] https://viacampesina.org/es/la-agroecologia-puntal-de-la-soberania-alimentaria/
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