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Economía de exportación y subdesarrollo

O por qué la crisis es una apuesta de las grandes burguesías bolivianas

Por Juan Pablo Neri Pereyra

Es lógico que el hecho de ser una economía exportación acabe, nuevamente, pasándonos la factura. A saber, que lleguemos al punto en que nuestros gastos de importación superen las ganancias que, como país, generamos, que el gasto público se vuelva insostenible y que, por lo tanto, la economía en su conjunto se tambalee. Y, sin embargo, existen pocas voces que se refieran al problema de fondo. Es decir, la característica perniciosa y duradera de la economía boliviana, que es el hecho de ser una economía de exportación y dependiente.

Por suerte, una de esas voces es la de mi buen amigo Stasiek Czaplicki Cabezas, economista ambiental, quien recientemente publicó una nota titulada “Río revuelto, ganancias de pescadores”, donde argumenta por qué a la agroindustria -aunque me parece que el concepto de “agronegocio” es más acertado- del oriente boliviano le conviene que la moneda nacional se devalúe, y por qué éste es uno de los sectores de la economía que incentiva la escasez de dólares en el país. Como explica Czaplicki, a los sectores exportadores, como el agronegocio les conviene continuar acumulando excedente en divisa extranjera que, posteriormente, pueden mantener en el extranjero.

Por otra parte, en un intento por incentivar el retorno de divisas, el Estado, pensando que al apoyar a estos sectores está contribuyendo a aliviar los otros problemas de la economía (balanza comercial negativa, déficit fiscal y crisis de deuda externa pública), realiza concesiones, como el otorgamiento de facilidades crediticias, el financiamiento de sus operaciones con dinero público (fondo de pensiones) y la mayor liberación de las exportaciones. En consecuencia, se mantiene el círculo vicioso de la “economía de exportación”. De hecho, en 2017, junto con Czaplicki, escribimos un análisis sobre esta misma dinámica en el caso de la Argentina de Macri. Previsiblemente, seis años más tarde, el fundamentalismo de mercado fascistoide, a la cabeza de Milei, ganó las elecciones.

En este sentido, me parece importante realizar algunas precisiones adicionales al análisis de Czaplicki, para que el argumento por el que ambos apostamos tenga más fuerza. Históricamente, en las economías de exportación, está en el interés de la burguesía comercial (capitalistas mercantiles) que la generación de excedentes se concentre en su sector. De hecho, a diferencia de los países propiamente capitalistas (industrializados), en las economías de exportación, los intereses de las burguesías comerciales y de las burguesías latifundistas no contienden, sino que confluyen y/o son la misma cosa. Adicionalmente, los intereses de ambas burguesías operan como un freno para el desarrollo industrial. Este es, claramente, el caso de Bolivia.

Para mayor claridad, al ser Bolivia una economía de exportación, está dominada por dos sectores: una burguesía comercial y una burguesía rentista, donde predomina una clase latifundista. Si bien no son la misma cosa, en el caso del agronegocio del oriente, la burguesía comercial también es rentista. Es decir, al tiempo que producen mercancías comerciales de exportación, con un grado mínimo de desarrollo industrial, también acaparan tierra que utilizan como activo para generar renta. Por otra parte, el excedente de exportación que generan, en divisa extranjera, también lo utilizan para las importaciones. Por lo tanto, si la moneda nacional se devalúa, no solo siguen acumulando excedente en moneda extranjera, sino que su poder adquisitivo para importar y comercializar en el país aumenta.

En el caso de la nueva burguesía comercial articulada a la minería del oro, por ejemplo, la dinámica es similar. La comercialización desregulada de mineral, que no paga regalías porque es presentada como “manufactura”, se traduce en una importante acumulación de excedente en divisa extranjera. Además, esta burguesía comercial también participa en las importaciones para el sostenimiento de sus economías de enclave. Lo que queda pendiente por aclarar, por lo tanto, es la participación de la burguesía financiera (banca) en las operaciones de ambas burguesías (comercial y rentista).

Durante la última década, los intereses de estas clases sociales coincidieron plenamente con los del Estado, ya que éste último también fue un actor más en la economía de exportación, en este caso de hidrocarburos. Como señala Czaplicki, durante ese periodo el país experimentó una bonanza artificial, debido principalmente a los precios de las mercancías comerciales. Sin embargo, citando al economista francés Pierre Salama, quien ya en los años 70 advertía sobre estos problemas, eventualmente llegamos al punto en que “la velocidad de difusión de la monetización es reducida por el conjunto de fugas que constituyen la importación de bienes alimenticios y durables y las ganancias exportadas”. Es decir, el país en su conjunto gasta más de lo que produce y acaba quedándose sin divisas.

Siendo un poco más provocadores, el desarrollo productivo del país, que sería la única solución real a los problemas que señalo, no está en el interés de las burguesías comerciales y rentistas. La economía de exportación es, esencialmente, antiindustrializante y, por lo tanto, prolonga el subdesarrollo económico del país. Este hecho fáctico ya ha sido prefigurado por los funcionarios del gobierno de turno. En particular, por el presidente quien ha reciclado el viejo eslogan de la CEPAL de industrializar para “sustituir importaciones”. Pero, siendo realistas, el cumplimiento de tal objetivo implicaría tomar medidas que afecten a otros sectores, cuyos intereses también confluyen con los de las burguesías comercial y rentista. Me refiero a la pequeña burguesía del comercio y los servicios y a la gran burguesía comercial informal.

En el caso de la pequeña burguesía del sector de comercio y servicios, muchas veces se trata de la clase trabajadora urbana con ingresos intermedios que, en algún punto, decidió apostar por el cuentapropismo y el “emprendedurismo”. Lo mismo sucede con la burguesía comercial informal, que está comprendida por redes familiares, que también se articulan intermitentemente al sector formal. Por lo tanto, se trata de un embrollo aún más difícil de desenmarañar. Para ser aún más claros, todos estos sectores que describo con categorías sociológicas, operan como satélites de la economía de exportación. Por ello es que insisto en que la economía de exportación, no sólo es antiindustralizante, sino que es la receta perfecta para la crisis financiera, el déficit fiscal y la crisis de deuda externa, a las que ya estamos encaminados.

El siguiente problema, como también señala Czaplicki, es que cuando inicie la crisis, no se dejarán esperar las voces de los fundamentalistas del mercado, que ignoran por completo todo lo señalado acá, y que esperan estos momentos con ansias para nuevamente esgrimir la carta de la “austeridad”. Es decir, es probable que nuevamente nos veamos ante la necesidad de recurrir a salvatajes financieros de los organismos multilaterales (FMI y BM) quienes, a su vez, nos impondrán medidas de ajuste estructural (privatización, liberalización de los mercados y consolidación de la economía de exportación). Y así es como se repite otro ciclo en nuestra historia larga de subdesarrollo, dependencia y crisis.


Publicación original en «La crítica», blog de Juan Pablo Neri Pereyra