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Impactos en la naturaleza de El Bala, Chepete, Rositas y Cachuela Esperanza

Áreas a ser inundadas

De las cuatro hidroeléctricas, Cachuela Esperanza inundaría la mayor extensión: 690 km2 sin contar el efecto remanso (Molina, 2010). En segundo lugar, estaría el Chepete, que inundaría 677 km2 de bosque amazónico en una de las regiones más biodiversas de Bolivia y el mundo. Luego le sigue Rositas con un embalse de 449 km2 y por último El Bala con una inundación de 94 km2. En total las inundaciones de los embalses de las cuatro hidroeléctricas ascienden a los 1.910 km2. Para tener una idea de la magnitud de estas áreas inundadas es necesario señalar que la mancha urbana de la ciudad de La Paz es de 149 km2.

De todos los embalses Cachuela Esperanza es el de mayor riesgo tomando en cuenta la topografía bastante plana del terreno, la inundación provocada por esta megahidroeléctrica podría expandirse a más de 1.000 km2 en caso de producirse una época de intensas lluvias, como ocurrió con las hidroeléctricas Jirao y San Antonio en el lado brasilero.

Si analizamos cuál inunda más por megawatt de potencia instalada, Rositas ocupa el primer lugar con 70 hectáreas por MW seguido muy de cerca por Cachuela Esperanza con 69 hectáreas por MW. En tercer lugar, se encuentra El Bala con 27 hectáreas por MW y en cuarto lugar, debido a tener la potencia instalada más grande (3.300 MW), está el Chepete con 20 hectáreas por MW.

En el caso de Cachuela Esperanza, el área inundada por el embalse (690 km2) en territorio boliviano supera de lejos a las inundaciones de las represas del lado brasileño: Jirau 271 km2 y San Antonio 258 km2. Con base en esto, Molina (2010) sostiene que Cachuela Esperanza inundaría una superficie diez veces mayor por unidad de potencia instalada.

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Las hidroeléctricas de Rositas, Cachuela Esperanza, El Bala y Chepete afectarán por lo menos a seis áreas protegidas. Uno de los primeros impactos que sufrirán es la deforestación por los embalses ya mencionados y que alcanzan los 1.910 km2. Miles de animales serán expulsados o morirán en el intento de escapar a la destrucción de su hábitat. Zonas de tránsito de mamíferos serán alteradas por las obras. Las presas obstruirán la libre circulación de los peces y evitarán que alcancen las regiones aguas arriba donde anualmente desovan. Las fichas ambientales proponen construir estanques para agrupar peces, y ascensores y escaleras de peces que serán una trampa mortal para muchos de ellos.

El metano de los embalses

La descomposición de los bosques y la biodiversidad inundada provocará importantes gases de efecto invernadero (GEI). EL estudio de Eptisa (2017) sobre Rositas afirma que habrá una gran producción de GEI, señala que ni con el desmonte del 90% de los bosques se reducirían las emisiones de gas metano emitido por “desgasificación del agua que pasa por las turbinas, la descomposición anaerobia de materia orgánica que se genera por organismos autótrofos en la misma represa y por la degradación de la biomasa que queda inundada en la misma represa”.

Algunos estudios reportan que “las plantas hidroeléctricas en el Amazonía producen más gases de efecto invernadero que las centrales termoeléctricas, debido a la descomposición de la vegetación del área que fue invadida por el agua y a las altas temperaturas, que proporcionan la emisión de metano” (Costa; Vibian et al. 2015). Estudios en otras represas de la Amazonía como Balbina demostraron que las emisiones de éstas son peores que los combustibles fósiles (Fearnside, 2009): “Estos estudios prueban que represas en la región amazónica tienen un impacto climático que es peor que la electricidad generada a través de carbón, diésel o gas” (Costa; Vibian et al. 2015). Tomando en cuenta que según un estudio publicado por International Rivers en 2008 las megahidroeléctricas en el Amazonas producen 2 Kg de dióxido de carbono equivalente por kWh podemos concluir que El Bala, Chepete y Cachuela Esperanza generarán 46 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente (MtCO2eq), una cifra que es igual a un tercio de las emisiones de Bolivia en el año 2014.

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Frente a estos datos, el gobierno y ENDE han buscado minimizar los impactos señalando que un pequeño porcentaje de áreas protegidas serán afectadas. Por ejemplo, en el caso del Chepete sólo toman en cuenta la inundación de 100 km2 dentro del Madidi y el Pilón Lajas y callan frente a los otros 577 km2 de bosques que serán inundados en superficies colindantes a las áreas protegidas.

El río Beni, la Amazonía, los valles, los yungas y el altiplano son parte de un todo articulado e interdependiente en el que la afectación de uno de sus elementos claves tiene efectos sobre los otros componentes de ese sistema. Así como no se puede valorar el impacto de la picadura de un mosquito diciendo que sólo afecta el 0,00001% del cuerpo humano, tampoco se puede reducir el impacto de una represa al área de inundación y menos jugar con porcentajes para invisibilizar sus graves efectos negativos.

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Rositas

Rositas afectará al Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) Serranía del Iñao, el Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) Río Grande – Valles Cruceños y el Área Protegida Municipal Parabanó, mientras El Bala y Chepete afectarán al Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) Madidi y la Reserva de la Biosfera y Tierra Comunitaria de Origen (TCO) Pilón Lajas.

Según la Ficha Ambiental de Rositas, los impactos ambientales en estas áreas protegidas serán “muy altos” para el hábitat de la fauna terrestre, “críticos” para los peces y afectarán la composición físico-química del agua superficial y la pérdida de recursos hídricos.

El Bala y Chepete

El Bala y el Chepete afectarán las áreas protegidas del Madidi y el Pilón Lajas. Sus fichas ambientales mencionan entre otros el riesgo de degradación del suelo, desaparición de playones en las márgenes de los ríos, alteración de la migración y reproducción de peces, y mortandad de especies de fauna silvestre por inundación. Las fichas ambientales de estas megahidroeléctricas enumeran las especies de flora y fauna que se encuentran en la región, destacando aquellas que son vulnerables y están en peligro de extinción, sin embargo, no cuantifican ni valoran el impacto que tendrán estas megaobras en la existencia de estas formas de vida. La magnitud de estas megarrepresas contribuirá y provocará una suerte de ecocidio para ciertas especies de flora y fauna endémicas de la región.

Los impactos no serán sólo en las áreas inundadas, sino afectarán al conjunto de esos ecosistemas tanto aguas arriba de los embalses como aguas abajo. Las fichas ambientales de ambas hidroeléctricas no detallan los impactos en el área de influencia indirecta de los mismos, y tampoco existen estudios sobre lo que serán los impactos de la línea de transmisión eléctrica que se tendería desde las megahidroeléctricas del Chepete y El Bala hasta la ciudad de Cuiabá en Brasil.

Cachuela Esperanza

Cachuela Esperanza tendrá impacto en una zona próxima al Área Protegida Municipal Lago San José en Riberalta, Beni, que cuenta con una extensión de 16.471 hectáreas; que junto a la hidroeléctrica Binacional repercutirán en el área próxima a la Reserva de Vida Silvestre Departamental Bruno Racua en Nueva Esperanza, Pando [1] , que cuenta con una extensión de 74.054 hectáreas (Justiniano, 2011).

La cuenca del río Madera alberga más de 750 especies de peces, 800 especies de aves y otras en peligro de extinción. Con la construcción de las hidroeléctrica se prevé aumento de la deforestación, avance de la frontera agrícola, mayor actividad ganadera (Laats, 2010). Por su parte, los impactos ambientales que la empresa Tecsult (2009) previó para Cachuela Esperanza son variaciones en la calidad del agua, devastación de vegetación, alteración en la migración de peces y aves, además de emisión de gases de efecto invernadero.

[1] http://www.wwf.org.bo/?111360

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