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Agroindustria: El sector consentido del PDES

Por Guillermo Villalobos M.

En relación a la agroindustria, la propuesta del PDES 2021-2025, al igual que con todo el sector agropecuario, se basa en incrementar la producción agropecuaria y generar una industrialización con miras a la exportación. Particularmente para el sector agroindustrial su enfoque principal gira en torno a: la innovación tecnológica, mayor infraestructura para viabilizar la logística de transporte y comercialización, y la creación de una industria de agrocombustibles. Sin decirlo claramente, parecería que el PDES apunta al uso de la biotecnología para incrementar en un 31% la productividad agrícola de los cultivos agroindustriales. Sin embargo, los datos estadísticos de los últimos años muestran que los índices de crecimiento del rendimiento agrícola de este sector están lejos de esa meta. Incluso la soya (único cultivo con evento transgénico autorizado) tiene un historial de rendimiento bastante limitado. Mientras que, en tema de infraestructura, la propuesta del PDES gira en torno en crear nuevos tramos carreteros de la Red Vial Fundamental, poner en funcionamiento una Empresa Nacional de Logística y ampliar el volumen de almacenamiento de granos.

Desde la década de los noventa, el modelo agroindustrial basado en la producción de bienes agrícolas destinado principalmente a la exportación se fue afianzando progresivamente en el país. Para la primera década del 2000, el modelo agroindustrial era uno de los más predominantes en la agricultura boliviana[1]. Actualmente, de acuerdo a los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la superficie cultivada en Bolivia durante la campaña de verano 2019-2020 fue de 3.8 millones de hectáreas. De esta superficie, según la clasificación del INE, 1.7 millones de hectáreas (el 44%) eran cultivos de oleaginosas e industriales[2], con una producción de 13 millones de toneladas.

La soya se posiciona como uno de los cultivos más emblemáticos que encabezó el afianzamiento del modelo agroindustrial. Solo en el año agrícola 2019-2020 la superficie cultivada con soya fue de 1,3 millones de hectáreas, el 34% de toda la superficie cultivada. Desde el 2005, con la autorización de la soya RR (el único evento autorizado en el país), poco a poco la soya transgénica fue remplazando a la convencional; para 2012 prácticamente toda la soya sembrada en el país era transgénica. No obstante, como veremos más adelante, el masivo empleo de soya transgénica no trajo un aumento significativo de la producción.

Sin embargo, el arraigamiento y expansión de este modelo agroindustrial en el país está cargado de una serie de problemáticas socio-ambientales y económicas.  Algunas de estas problemáticas van desde: la deforestación, los incendios y expansión de la frontera agropecuaria; el uso de agroquímicos tóxicos, la contaminación ambiental y la salud pública; la tenencia y tráfico de la tierra; las preferencias en regímenes tributarios; hasta el contrabando y uso de semillas transgénicas ilegales, entre otras[3]

Bajo este escenario, ¿qué propone el plan de desarrollo del gobierno respecto al sector agroindustrial? La propuesta del gobierno al respecto, y al igual que con todo el sector agropecuario, se basa fundamentalmente en la noción de incrementar la producción agropecuaria para abastecer el mercado interno y generar una industrialización con miras a la exportación. Empero, para el sector agroindustrial el enfoque principal para lograr este incremento en la producción gira principalmente en torno a tres principios: la innovación tecnológica, la consolidación de una infraestructura para fortalecer los centros productivos industriales y viabilizar la logística de transporte y comercialización, y la creación de una industria alrededor de la producción de agrocombustibles.

¿Innovación tecnológica para mayor productividad?

El PDES plantea aumentar la productividad agrícola de los cultivos agroindustriales de 5,4 toneladas/hectárea en 2020 a 7,1 toneladas/hectárea para 2025, es decir un aumento del 31%. Y ¿cómo planea llegar a estos niveles de productividad? El PDES solo se limita a mencionar que el incremento de la productividad se logrará, una vez más, mediante la generación de innovación tecnológica (Meta 3.2.11.2). Hasta acá saltan dos preguntas principales: ¿a qué se refiere con innovación tecnológica? y ¿es factible llegar a un incremento del 31% en un plazo de cuatro años?

Respecto a la primera interrogante, el PDES proporciona una pauta. En su meta 5.3.2, el plan de desarrollo del gobierno apuesta a ampliar las capacidades de los centros de tecnología e innovación productiva para la “generación de material genético con altos niveles de productividad”. En este marco el PDES apunta, por un lado, a desarrollar seis nuevos centros de investigación e innovación (12 en total) en el área productiva agraria e industrial. Por otro lado, propone crear un laboratorio especializado para realizar “estudios de investigación y evaluación de biotecnología en la actividad productiva”[4]. Esta propuesta lleva a la deducción de que la “innovación tecnológica” que apunta el gobierno para aumentar la productividad agrícola en el sector agroindustrial estaría muy ligada a viabilizar e implementar el uso de biotecnología[5], una de las principales demandas que tiene el sector agroindustrial.

La segunda interrogante es más clara para abordar. La base de datos estadísticos del INE cataloga a nueve cultivos como oleaginosas e industriales, a los cuales se añaden otros tres cultivos (maíz, sorgo y trigo) que son parte del abanico de los cultivos producidos por la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo). Tomando el rendimiento promedio de las campañas de verano de los últimos cinco años (2015 al 2019), vemos que el rendimiento promedio de estos doce cultivos fue de 5.6 toneladas/hectárea. Comparando el promedio del primer quinquenio (2005-2009) con el promedio del último quinquenio (2015-2019), vemos que el rendimiento promedio aumentó en 3%. Esto es, una fracción de lo que pretende lograr el PDES en un periodo de cuatro años.

El caso específico de la soya es ejemplificador. El cultivo de la soya, uno de los principales cultivos del sector agroindustrial, durante los últimos años tuvo una productividad que fue todo menos alentador[6]. Entre los años 2005 y 2019 el rendimiento de la soya aumentó apenas en un 17%, pasando de promediar 1,7 toneladas por hectárea entre 2005 y 2009 a 2 toneladas por hectárea entre 2015 y 2019[7]. Esta misma situación se repite en los demás cultivos oleaginosos e industriales, las mismas que no promediaron más de 1,2 toneladas/hectárea entre los años 2015 y 2019. Siendo la caña de azúcar la única excepción, ya que en promedio tuvo un rendimiento de 54,5 toneladas/hectárea durante los mismos años. 

Al respecto de estos escuetos rendimientos, el argumento del sector agroindustrial y sus aliados en el gobierno se basa en que con el uso de nuevos eventos se podría revertir esta situación. Sin embargo, este es el mismo argumento que se tenía respecto a la soya RR (el único evento autorizado en el país) desde hace dos décadas atrás. Es más, hoy en día en base a la experiencia de los países vecinos distintos expertos sugieren que estos nuevos eventos tampoco lograrán un aumento significativo en los rendimientos agrícolas[8]. En todo caso, más allá de los pormenores de los argumentos de este debate, lo siento es que los índices de crecimiento del rendimiento agrícola en el sector agroindustrial durante los últimos cinco años están lejos de alcanzar la tasa de crecimiento necesaria para alcanzar las metas propuestas por el PDES.

Más infraestructura y logística para una mayor productividad agroindustrial

El otro eje de desarrollo que apunta el PDES para lograr un incremento en producción de la agroindustria es el de infraestructura. Esta infraestructura está orientada principalmente a la construcción y/o rehabilitación de nuevos tramos carreteros vinculados a la Red Vial Fundamental (RVF), las mismas que permitan una vinculación caminera y que estén orientados a la promoción del desarrollo productivo industrial. El PDES apunta a construir y/o refaccionar al menos 10,5 mil kilómetros de carretera y 46.9 kilómetros de puentes y accesos a la RVF (Meta 3.3.1).

A este plan de ampliar la infraestructura vial se vincula la propuesta de construir y poner en funcionamiento una Empresa Nacional de Logística, cuyo fin sería mejorar las condiciones de transporte y comercialización de los productos agropecuarios (Meta 3.3.6).

Por otro lado, el PDES propone instalar plantas de almacenamiento de granos y otros como medida para incrementar la actividad agropecuaria. Si bien el plan de gobierno no menciona cuantas plantas pretende instalar, su propuesta apunta a aumentar el volumen de capacidad estática de almacenamiento de granos de 306 mil toneladas a 504 mil toneladas para 2025 (Meta 3.2.7).


[1] Villalobos, G. (2021). Radiografía de los agroquímicos en Bolivia. Tunupa N° 115. Fundación Solón. Junio 2021. Disponible en: https://funsolon.files.wordpress.com/2021/07/tunupa-115-agroquimicos-bolivia-final.pdf

[2] Siendo estas: Achiote (urucú), algodón, caña de azúcar, chía, girasol, maní, sésamo, soya y tabaco.

[3] Véase al respecto: https://ftierra.org/index.php/tema/tierra-territorio/979-tierras-medio-millon-de-hectareas-en-la-mira; https://fundacionsolon.org/2021/03/17/que-son-los-agroquimicos/; http://www.ftierra.org/index.php?option=com_mtree&task=att_download&link_id=197&cf_id=52https://ftierra.org/index.php/opinion-y-analisis/941-magras-cosechas-de-soya-transgenica

[4] Al respecto, vale la pena señalar que en versiones preliminares del PDES su predisposición respecto a la Organismos Genéticamente Modificados era aún más clara, debido a que apuntaba a definir mecanismos de evaluación de riesgos por el uso de biotecnología y otros insumos, y proponía para el 2025 tener tres eventos biotecnológicos evaluados.

[5] Bajo el contexto nacional, por biotecnología se entiende como un eufemismo adoptado por el sector agroindustrial para referirse fundamentalmente a Organismos Genéticamente Modificados (OGM), luego de que estas últimas hayan desarrollado una connotación negativa en un importante sector de la opinión pública nacional.   

[6] Cauthin, M. y Villalobos, G. (2021). Transgénicos en Bolivia ¿Cómo llegamos y cómo salimos?  Boletín N° 3, mayo 2021. Fundación Solón. 01/05/2021. Disponible en: https://funsolon.files.wordpress.com/2021/05/boletin-ogms_final_fundacion_solon.pdf

[7] Al respecto, Colque (2020) hace una evaluación detallada de la evolución de la producción y rendimiento de la soya en Bolivia a lo largo de los últimos años. Véase:  Colque, G. (2020). Magras cosechas de soya transgénica. 25 de mayo de 2020. Disponible en: https://ftierra.org/index.php/opinion-y-analisis/941-magras-cosechas-de-soya-transgenica

[8] Véase por ejemplo: Colque, G. (2020). Magras cosechas de soya transgénica. 25 de mayo de 2020. Disponible en: https://ftierra.org/index.php/opinion-y-analisis/941-magras-cosechas-de-soya-transgenica; Vos, V. (2020).Cómo la “Biotecnología“ amenaza la biodiversidad en Bolivia. En: Hábitat. Revista Publicación de la Liga de Defensa del Medio Ambiente-Bolivia No. 90, 2020. La Paz: Bolivia. pp. 18-27. Disponible en: https://www.kas.de/documents/288373/10846363/Revista+Habitat+N%C2%BA+90.pdf/1803f3da-e5df-f2e8-2637-3c70d57a2c4a?t=1606265962496 y PIEB (2020). El grano de los malos rendimientos. Periódico Digital de Investigación sobre Bolivia. 28/10/2020. Disponible en:  https://pieb.com.bo/sipieb_dossier.php?idn=11809&id=11787&c=2 

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